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El obispo Antonio González Sánchez lamentó el hecho insólito que implica, que a raíz de los hechos de violencia, los católicos se estén alejando de la Iglesia reprochándole a Dios la muerte de algún familiar. Pero al mismo tiempo, dijo que es frustrante que, a 100 días del nuevo gobierno estatal, las cosas no hayan cambiado para bien. “Desgraciadamente, me duele mucho lo que voy a decir, no culpo a nadie, pero aquella esperanza que muchos teníamos, y me incluyo, por desgracia no se ha dado”, manifestó. “Tristemente la violencia sigue, está eso que acaba de pasar en San Fernando, es indignante. Aquella esperanza que teníamos al empezar el año civil con el nuevo gobierno, no estoy culpando a nadie, simplemente aquella esperanza hasta ahora la tenemos frustrada”, insistió. En una actitud autocrítica, reconoció la existencia en la Iglesia de católicos que dicen serlo sólo porque fueron bautizados, pero en realidad no profesan la religión e incluso han perdido la fe en Dios. “Desgraciadamente hay mucha gente que se dice católica, pero que no practica la religión; ese es un problema que podría calificarse de que nosotros los sacerdotes no tenemos la capacidad de llegar a ellos o bien, ellos no hacen la lucha para llegar a nosotros”, refirió. El obispo no pasó por alto que por la inseguridad que prevalece en el país y en Tamaulipas un número indeterminado de católicos han optado por alejarse de la Iglesia llegando al extremo de reclamarle la pérdida de un familiar o de su patrimonio. “Que culpen a Dios por eso es injustificable”, refirió el obispo de la Diócesis de Victoria. Y añadió: “Hay mucha gente que ha sido afectada y dice, como las hermanas de Lázaro: Señor, si tú hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano, pero la gente afectada a veces le hace un reclamo a Dios, cosa que no tiene por qué hacérselo”. Desde el punto de vista del obispo, la ola de violencia nada tiene que ver con la voluntad de Dios sino con la voluntad de los hombres llenos de sentimientos negativos y cuyas conductas afectan la tranquilidad y la paz social. Se refirió una y otra vez a los católicos de palabra, de bautismo o de casamiento, pero que dejan de serlo por responsabilidad propia o quizá de los sacerdotes que los descuidan.