¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Mj Rodríguez Martínez escriba una noticia?
No es una novedad que el pensamiento se ha presentado en ocasiones a lo largo de la historia por medio de la poesía, desde Lao Tse a Nietzsche en "Así habló Zaratustra". Aquí publico cuatro poemas propios que son una loa a la indolencia y el "dolce far niente"
OCIOSA ARISTOCRACIA
No volveré a claudicar en mi misión
de vida simple y regalada,
aristócrata del vagabundeo
sin pretensión de gloria
ni falsos espejismos de grandeza.
La holganza de la serenidad,
en una cotidianeidad sin pretensiones,
guardando con amor cada segundo
de frescura que siempre está al alcance
de quien quiera apreciar la libertad
de renunciar a toda servidumbre:
de lujos, caprichos y prestigio,
que requieren de sacrificados esfuerzos;
esclavos del dinero y el consumo
sin tiempo ni memoria
para admirar la maravilla
de la bóveda celeste,
estrellada y pura en cálido verano,
o la frescura de unos pies mojados
bañándose en un mar nocturno,
acompañado de susurros
y espuma en plata de luna reflejada.
Bellezas, todas ellas, gratas
al sentir de un alma henchida de la estética
de la mayor obra de arte,
nuestro grandioso y hermosísimo planeta.
Nada más necesita un alma noble;
si aun caso una cueva en el invierno
y un fuego chispeante que ilumine
la danza de los trotamundos.
No hay estrato social más elevado
que el de los haraganes olvidados,
los poetas aficionados
o los enfermos postrados en su lecho,
felices de estar parados
y no tener que producir.
¿Puede haber mayor felicidad
que no hacer nada
y dejar de planear,
como si el curso de la vida necesitara
que nos inmiscuyamos en su devenir?
Cada vez que un hiperactivo
se propone alguna hazaña,
el planeta entero se resiente.
Ahora ya no somos supervivientes
en medio hostil,
sino una masa de obreros o parados.
¿Quién quiere vivir así más de cien años?
¡Al cielo debo darle gracias
por no ser inmortal!
¡Sería tan odiosa esa condena!
Pero no, calmemos nuestro ánimo,
porque estamos de paso
como un junco o un halcón.
Somos animales un poco vanidosos,
pero nuestros ancestros nos enseñan
que el arte llevamos en el rostro,
sin que necesitemos museos ni críticos
que nos expliquen qué y por qué
debe gustarnos.
Sigamos nuestro instinto genuino
en el arte de la vida;
una alegría espontánea que brota
de necesidades biológicas y emocionales
conviviendo sin el yugo del orgullo
o la importancia (más que absurda) del prestigio.
COMO EL PRIMER HUMANO
Nadie más que tú puede esclavizar tu pensamiento.
Atrévete a contradecir
todo lo que te dijeron y han estado repitiendo:
eslóganes familiares, políticos,
religiosos, estéticos o intelectuales.
Eres el dueño de tu puerto,
tu organismo y sus necesidades;
eres el responsable
de satisfacer tus prioridades
y no dar pábulo a aspiraciones inútiles.
"Renunciar a toda servidumbre: de lujos, caprichos y prestigio, que requieren de sacrificados esfuerzos; esclavos del dinero y el consumo
No te compliques;
la vida es muy sencilla:
comida, reposo, sexo, cariño...
Y cuando no puedas colmarlo todo,
escribe un poema en la arena de la playa
o baila un danza inventada para ti.
Sé como el primer humano
que supo que lo era
y comenzó a experimentar.
Tu vida es la más excelsa de las catedrales góticas,
está cimentada en esta tierra
y sabe mirar a las alturas,
sintiendo en noches de plenilunio
que esa esfera refulgente
reposa en nuestra palma,
y no importa lo mítico que pueda parecer,
pues colma las aspiraciones
que todos tenemos de algo más.
PRIMERO FUE EL VERBO
Antes que la palabra,
fueron la música y la danza.
El lenguaje es una anomalía
a la que prestamos
una importancia innecesaria.
Primero (antes que el nombre) fue el verbo;
somos (como cualquier ser vivo)
acción
y creación de modos diferentes
de hacer y sentir "la realidad",
nuestra ficción.
Sentimos como genéticamente podemos.
Lo mismo hay que decir
de nuestros conocimientos
(de oriente a occidente,
no encuentro diferencia).
Presuntuosos inquilinos de la Tierra,
nos fabricamos diez mil formas de fastidiar
a nuestros semejantes,
por la única razón de que un esclavo
no puede enseñar a otro a ser señor.
Su éxodo particular tendrá que emprender primero,
pasando por desiertos y agónicos dolores
de un parto de hombre o mujer nuevos,
libres y holgazanes en la isla de sus sueños.
Todo es cuestión de no creerse necesario.
Los imprescindibles siempre descomponen
lo que a pesar de ellos sigue su curso,
aunque crean que el logro se les debe.
Esa es la carcajada cínica
que la experiencia
nos muestra a los que, un día,
fuimos trabajadores incansables:
al final, la muerte llama a cada puerta
y la vida continúa imperturbable.
No esperes a la ancianidad,
para aprender esta sabiduría,
porque, aunque tus hormonas aún brinquen alocadas,
ya debes ir tomando la medida
del justo centro,
sin escorar demasiado tus pasiones
hacia uno u otro lado.
INDEPENDENCIA
Tu camino está en tus pies
y la comida debes por tu mano
tomar, no esperando ser alimentado
y tener una seguridad plácida
en que tendrás cubiertos tus cuidados.
La vida no es así.
Ese es el mundo del bebé
o de un yonqui emocional.
La aventura de vivir exige más
pero otorga una libertad en el ánimo
¡tan placentera!
Lucha por romper toda cadena
que aprisione nuestra lógica necesidad
de expresión genuina y expansión
de todo instinto, sentimiento o sueño
"Sé como el primer humano que supo que lo era y comenzó a experimentar"
(yo lo llamo "independencia").