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El presupuesto para la construcción de los estadios del Mundial se ha multiplicado por 100, pero también lo han hecho la vivienda, el transporte, la salud y las entradas. Todo está patas arriba en Brasil y el Mundial puede terminar en desastre y costar la presidencia a Dilma Rousseff
No es la primera vez que los brasileños se hacen sentir. Según el último informe de los medios, más de 250 mil personas han salido a las calles de varias ciudades del país en los últimos días para denunciar los multimillonarios gastos públicos en la Copa de Confederaciones y el Mundial. Unos 15 mil manifestantes se han enfrentado con la policía antes del partido entre Brasil y México.
Las 3 razones fundamentales que ha desatado la ira en los brasileños.
Los brasileños aseguran que el costo que el gobierno está invirtiendo en la organización del Mundial es demasiado alto. Reclaman que el gobierno está gastando millones mientras falta lo mínimo tanto la salud como para una educación pública de calidad y el transporte público. Eso por decir lo menos.
“Exigimos más respeto para la población. Están construyendo estos estadios a precios exagerados y el gobierno no se preocupa por la situación precaria de su propio pueblo”, dijo un manifestante de 21 años.
El martes Rivaldo se unió a las protestas y dijo que su país no debería organizar un mundial pues primero se deben preocupar por la salud y educación de los más necesitados. “Es una vergüenza que se esté gastando tanto dinero”, dijo.
El inicio de la Copa Confederaciones ha generado el aumento del precio para transportarse en bus, metro y tren
Una huelga de conductores de autobuses paralizó Salvador, una de las 12 ciudades sede del Mundial, lo que afectó a un millón de personas. En Río de Janeiro, una nueva paralización de 24 horas fue convocada desde temprano, dos semanas después de dos paros que dejaron unas 700 unidades estropeadas. Las personas se quejan de los elevados impuestos sin aumentar la calidad del servicio.
“Esto no va específicamente en contra del gobierno de Dilma Rousseff, es general. Brasil aún enfrenta problemas gravísimos en la salud y la educación. Es una pregunta a las prioridades de un país”, dijo Rafael Holanda de 26 años.
Yendo a temas deportivos que no tienen que ver con la salud o la vivienda, al menos cinco estadios en que se disputa el Mundial Brasil 2014 han sido construidos en zonas donde no hay equipos de Primera División. La capacidad aproximada de cada uno de ellos es de 45.000 espectadores. El problema empezará cuando el torneo finalice y las canchas estén semivacías de público y el mantenimiento con dinero público siga vigente día a día. Eso será difícil.
Hasta febrero de 2014 se calculó que el costo necesario para las obras del Mundial sería de 26.500 millones de reales (unos 12.300 millones de dólares). Ahora, según las últimas estimaciones, el costo se sitúa en 28.000 millones de reales (unos 13.000 millones).
Para los manifestantes de brasilia el dinero utilizado en la construcción del estadio Mané Garrincha (557 millones de dólares) debería haberse gastado en la construcción de viviendas.
Una pregunta incómoda en forma de fantasma planea sobre Brasil poco antes del inicio del Mundial, en medio del gran descontento popular evidente la organización del evento: ¿qué pasaría si, encima, la Seleção vuelve a perder la Copa en casa?
Ganar el Mundial es quizá la última esperanza para que el triunfo que ve Pelé les deje cierto sabor dulce a millones de brasileños, tras las amarguras de los 11.000 millones dilapidados en la fiesta y lo prometido e incumplido.
La muerte de un obrero electrocutado la pasada semana, trabajando a contrarreloj en Cuiabá uno de los estadios que debían estar listos en diciembre y siguen sin finalizar, mostró que los problemas de la Copa se acumulan en la recta final.
Fue el octavo obrero muerto en alguno de los 12 estadios mundialistas, y el accidente llevó a las autoridades a suspender temporalmente trabajos eléctricos en el estadio Arena Pantanal para verificar la seguridad laboral. Con grupos anti-Copa organizando protestas callejeras para el torneo, demandas de sindicatos y señales de tensión en las favelas de Río de Janeiro, algunos creen que una derrota deportiva quizá sea el disgusto que falta para crispar más los ánimos.
Los indígenas de Brasil se sumaron a la manifestaciones contra el Mundial y la policía tuvo que dispersar con gases lacrimógenos una manifestación pacífica contra el Mundial-2014 protagonizada por miembros de movimientos sociales e indígenas que pretendían llegar al estadio mundialista de Brasilia, donde se disputarán varios partidos de la Copa.
Cerca de medio millar de líderes indígenas de cien etnias de todo Brasil -incluido el jefe indígena Raoni, de 84 años, gran defensor de la Amazonia- subieron al techo del Congreso en reclamo de políticas para sus pueblos.
Entonces, policías del Batallón de Choque dispararon gases que estallaron en medio del grupo de indígenas, quienes reaccionaron armando sus arcos y flechas. Un efectivo de la policía montada fue herido por una flecha disparada a corta distancia.
El que la disparó fue detenido y liberado poco después. El oficial fue operado para retirar la punta clavada. Una moto de la policía también fue alcanzada por varios flechazos, mostró la televisión O'Globo. Parecía la toma de una película de Hollywood, demasiado real. Los choques se produjeron cuando los manifestantes intentaron llegar al estadio para "espantar el mal".
"Subir al Congreso fue un acto de valor, muestra que somos guerreros y defendemos nuestros derechos", dijo a una agencia francesa Tamalui Kuikuru, jefe espiritual de la región del Xingú de Mato Grosso (centro oeste).
Los indígenas, que llegaron luciendo sus pinturas, plumas, arcos y flechas tradicionales, descendieron después pacíficamente del techo del Congreso, recorrieron la gran avenida donde se encuentran los ministerios y se sumaron a varios cientos de manifestantes anti Copa y del movimiento de los Sin Techo que marchaban hacia el estadio."Somos guerreros y defendemos nuestros derechos"
"¿Para quién es la Copa? ¡No es para nosotros!", clamaba poco antes de los enfrentamientos con la policía un manifestante por un altavoz. "¡La Copa no la quiero, quiero ese dinero para salud y educación!", gritaba furioso.
Los indígenas iniciaron su protesta con rezos tradicionales al ritmo de maracas en la plaza de los tres poderes, flanqueada por los edificios de la Presidencia de la República, el Congreso y la Corte Suprema. Algunos ancianos usaban humo para "espantar el mal", según explicaron los periodistas.
Los indígenas han multiplicado sus protestas en la capital durante el gobierno de la presidente Dilma Rousseff, a la que acusan de frenar la demarcación de sus tierras ancestrales y de favorecer a los grandes agricultores.
Las manifestaciones, han estado más vinculadas en las últimas semanas a movimientos sociales organizados, desde sindicatos a partidos de izquierda radicales, ONG críticas del Mundial, el Movimiento de Campesinos Sin Tierra o los Sin Techo. Varios sectores, de policías a profesores, pasando por los conductores de autobuses de Río, San Pablo (sureste), Salvador y Sao Luis de Maranhao (noreste), se han aprovechado del descontento general en vísperas de la Copa para pedir aumentos salariales y hacer huelga.
Los trabajadores del metro de San Pablo, que transporta cada día a 4, 5 millones de personas, podrían paralizar el servicio el 5 de junio, una semana antes de la inauguración del Mundial en esa misma ciudad.
Trabajadores de la salud de Río de Janeiro evalúan, asimismo, entrar en huelga. Los vigilantes bancarios de Río paralizaron sus actividades hace casi un mes.
"Pero a la tragedia de estas víctimas humanas podría añadirse otra: una eliminación temprana de la selección brasileña podría amplificar aún más el cuestionamiento sobre la validez de la inversión hecha e intensificar las protestas", advirtió Marco Antonio Teixeira, un investigador en política brasileña de la Fundación Getúlio Vargas.
La gente teme que ocurra lo peor, pero creo que esta vez será diferente”, admitió Edson Arantes do Nascimento en París, donde se encuentra para presentar la Copa del Mundo, un trofeo que está dando la vuelta al mundo en un acto promocionado por Coca Cola. Pelé es figura mundial y eso vale dinero.
Pelé confía n naturalmente en el seleccionador brasileño Luiz Felipe Scolari y en el coordinador de la Seleçao Carlos Alberto Parreira, los técnicos que dieron los dos últimos mundiales a Brasil (en 2002 y 1994 respectivamente), para ayudar a los jugadores a superar la presión y dar un sexto título al país. Y se muestra optimista. Brasil conquistará su séptima Copa del Mundo. “Creo que una de las cosas buenas que tenemos ahora es que ambos Scolari y Parreira que ya estaba en el equipo de 1970 (como uno de los miembros del cuerpo técnico), en el mejor que ha tenido nunca Brasil”, añadió Pelé, que ganó tres mundiales como jugador (1958, 1962 y 1970).
Todos tienen experiencia y eso es fantástico para Brasil, porque ya han pasado por estas situaciones para saber decir a los jugadores qué es lo que tienen que hacer”, declaró.
Muchas de las miradas de la Seleçao se concentrarán en Neymar, la nueva estrella brasileña, “pero es su primer mundial y nadie sabe exactamente qué va a ocurrir”, admitió Pelé.“Es una gran responsabilidad para él. Era muy bueno en el Santos, pero optó por ir a jugar al Barcelona. Para Brasil es como si fuese a estudiar durante seis meses a la universidad. Va a ganar experiencia y será fantástico para él”, explicó.
Además de otros favoritos, el exjugador del Santos nombró otros aspirantes como “Francia, Italia, Argentina o Chile, que es el mejor equipo sudamericano en la actualidad”.
“Los mejores jugadores juegan en las mejores ligas, por lo que todos se conocen y cada partido es difícil” advirtió.
Sobre la estrella del argentino Lionel Messi, Pelé aseguró que “cuando lo ves jugando con el Barcelona es un Messi, pero si lo ves jugando para Argentina es otro Messi, porque en Barcelona está rodeado por dos o tres jugadores excelentes, como Xavi e Iniesta, que le ayudan”.
“Una gran oportunidad” para Brasil
Pelé considera que el próximo mundial será una “gran oportunidad” para mostrar Brasil al mundo, pero admitió cierta preocupación por el hecho de que puedan aumentar las manifestaciones que se produjeron durante la Copa de las Confederaciones.
“Estamos un poco preocupados por ello, pero tras la experiencia de la Copa Confederaciones, después de lo que ocurrió entonces, el gobierno estará mejor organizado para la Copa del Mundo”, dijo.
“Espero que tengamos un Mundial excelente. Nos lo merecemos”, deseó.
“Como brasileño lo siento, porque tenemos dos o tres grandes oportunidades de mostrar nuestro país: Copa de las Confederaciones, Copa del Mundo y Juegos Olímpicos (en Rio de Janeiro en 2016). Creo que es una gran oportunidad para mostrar el país, hacer negocios y tener más turismo”, añadió. Por lo visto Pelé etá ciego especto a la verdadera situación del Brasil.
Pelé espera que las protestas sociales no arruinen el Mundial: “Desgraciadamente, las manifestaciones pueden dañar todo eso, pero vamos a trabajar duro (para que eso no ocurra) (…) Ya tenemos experiencia y el gobierno estará preparado para ello”, aseguró.
Felipe Scolari, técnico de Brasil, junto a la psicóloga de la selección, Regina Brandao,
han divertido sobre las presiones que enfrenta la selección
El director técnico de Brasil, Luiz Felipe Scolari, ha dejado entrever su inquietud porque el panorama político y social de Brasil se convierta en un peso extra sobre los hombros de sus futbolistas.
Consultado hace unos días en la TV Globo sobre si las protestas contra la Copa pueden estorbar el desempeño de su equipo, Scolari respondió: "Pueden y mucho".
Felipão, como le llaman familiarmente en su país, dijo la semana pasada al presentar su lista de jugadores convocados, que trabajará con ellos en el plano psicológico para manejar la ansiedad.
El promedio de edad del plantel brasileño es 27, 7 años, casi dos menos que en el Mundial de 2010. Y la estrella del equipo, Neymar, tiene apenas 22 años, por lo que Scolari aludió a la necesidad de protegerlo.
El técnico también pidió sentido común a los políticos y patrocinadores para evitar el asedio a sus futbolistas. Brasil está acostumbrado a ganar. La canarinha es el único equipo que ha participado en todos los Mundiales desde 1930 y es el que ha ganado más copas : cinco.
Sin embargo, sus jugadores enfrentan esta vez el reto de ganar en casa para enterrar definitivamente la tragedia de 1950, cuando el país perdió la final ante Uruguay en el estadio Maracaná de Río, precisamente donde en julio se coronará el nuevo campeón.
Los brasileños celebrarán elecciones nacionales en octubre y otra incógnita es el impacto que el Mundial podría tener en las urnas.
La presidenta, Dilma Rousseff, ha negado que una victoria futbolística de su país favorecería su reelección.
"Brasil puede ser campeón, y yo perder la elección. Brasil puede no llegar ahí, y yo ser reelecta. Una cosa no está vinculada a la otra. Ahora, no tengan duda que voy a hinchar mucho para que Brasil sea campeón", sostuvo.
Pero analistas como Teixeira sostienen que el éxito o fracaso de la selección sí podría afectar la suerte electoral de Rousseff y de gobernadores estatales que invirtieron grandes sumas de recursos públicos para la Copa.
Las encuestas muestran a la presidenta como favorita, pero sugieren que su apoyo ha disminuido y quizás deba ir a una segunda vuelta electoral.
La popularidad de Rousseff se derrumbó en junio durante la Copa de Confederaciones, durante las protestas masivas que hubo en Brasil contra los gastos millonarios en estadios y la pésima calidad de servicios públicos.
Sin embargo, la selección brasileña ganó aquel torneo y la presidenta recuperó más adelante parte del respaldo perdido. Ahora sí se puede decir que "la pelota está en el alero".