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La apertura de una cervecería austriaca, en una vieja bodega de tabaco, puso en marcha un ambicioso proceso de reconversión de La Habana en puerto volcado al turismo, después de atender buques cargueros durante cinco siglos.
"Este es un espacio nuevo de la ciudad en un sitio de reunión de todos los cubanos. En este lugar celebramos el éxito en nuestro trabajo y aprovechamos de beber una cerveza muy buena", dice a la AFP Joaquín Martínez mientras comparte una mesa con una decena de compañeros de una cooperativa de productos artísticos.
Llamado simplemente "Antiguo Almacén de la Madera y el Tabaco", este negocio vende tres tipos de cerveza producida artesanalmente en el mismo local -blanca, oscura y negra- a dos dólares la jarra de medio litro y a 12 dólares un tubo dispensador de tres litros.
Estos precios son un lujo en un país con un salario mínimo de 20 dólares al mes, pero la capacidad de la cervecería -430 clientes- ha sido desbordada desde que abrió sus puertas hace unos días, en una ciudad con muy pocos bares a la orilla del mar.
"La cerveza tiene una larga tradición en Cuba", dice a la AFP el empresario austriaco Albert Welledits, quien se asoció en este proyecto con Habaguanex, empresa estatal que depende de la Oficina del Historiador de La Habana, encargada de la restauración y conservación de La Habana Vieja.
Welledits se declara "absolutamente satisfecho" con la respuesta del público cubano y cuenta que su empresa SALM -"uno de los más antiguos fabricantes de máquinas cerveceras de Europa"- invirtió medio millón de dólares en esta iniciativa.
Mientras los clientes degustan la nueva cerveza austriaca producida en Cuba, una cuadrilla de obreros construye un paseo de adoquines en antiguos terrenos de este puerto desde el que zarpaban las flotas cargadas con riquezas del Nuevo Mundo hacia España durante la colonia.
Luego están previstos otros paseos, miradores y negocios que cambiarán la faz de este antiguo puerto, uno de los más abrigados de América, que ocupa una bahía contaminada por desechos industriales y urbanos de 5, 2 km2, con una profundidad media de nueve metros.
Los buques ingresan al puerto por un angosto canal protegido por las fortalezas coloniales del Morro y San Carlos de la Cabaña, que cada día son visitadas por cientos de turistas.
El canal de acceso se hizo estrecho para los grandes buques que ahora surcan los mares con 12.000 contenedores en la cubierta, lo que llevó al presidente Raúl Castro a emprender, en sociedad con Brasil, el mayor proyecto de infraestructura de la historia cubana: el megapuerto de Mariel.
La primera fase de Mariel, 45 km al oeste de la capital, fue inaugurada el 28 de enero. Primer megapuerto del Caribe, busca atender el tráfico de todo la región y tendrá una zona franca industrial.
Esto marcará el fin al tráfico de cargas en La Habana, cuyo puerto ha sido escenario de hechos que marcaron la historia cubana, como la explosión del acorazado estadounidense 'USS Maine' en 1898, que gatilló una guerra entre España y Estados Unidos que condujo a la independencia de la isla.
La Habana quedará reservada a cruceros y yates, lo que se espera potencie el turismo, segunda mayor actividad económica de la isla después de la exportación de servicios médicos, que dejan unos 2.000 y 10.000 millones de dólares anuales, respectivamente.
El proyecto contempla también el traslado de una refinería de petróleo, el saneamiento de las aguas residuales y nuevas terminales para las lanchas de pasajeros que cruzan la Bahía.
"Aunque la bahía está un poco sucia, esperemos que un día logre estar como debe ser", dice a la AFP la ingeniera industrial Mari Quintana, mientras bebe una cerveza con una amiga después del trabajo.
El primer paso de este ambicioso plan ha sido auspicioso: tan buena fue la respuesta del público que la cervecería elevará sus precios a partir de esta semana: 2, 5 dólares la jarra y 15 dólares el dispensador.