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Luego de realizar intensas maniobras subterráneas, a finales de 2010, especialistas del INAH y la UNAM colocaron exitosamente, y de forma definitiva, la lápida que reposa sobre el sarcófago del soberano maya K’inich Janaab’ Pakal, en el Templo de las Inscripciones, ubicado en la zona arqueológica de Palenque. Dicha acción se realizó en condiciones de alta temperatura y excesiva humedad, para hacer descender la losa milenaria y cerrar la brecha de 90 centímetros que la separaba del ataúd. La piedra, que había sellado la tumba del gobernante maya en el año 683 d.C. había sido removida y suspendida para explorar el interior del sarcófago, tras su hallazgo en 1952, informó en un comunicado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Meses antes de hacer descender la lápida, se sustituyeron las vigas metálicas, colocadas hace casi 60 años por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, por unas de madera. Finalmente, el Consejo de Arqueología del INAH resolvió que era necesario descender la lápida y sellar definitivamente el sarcófago, en virtud de los riesgos que corría la pieza y de que los restos de K’inich Janaab’ Pakal contenidos en el sepulcro ya han sido ampliamente estudiados y se cuenta con muestras de los mismos. Las maniobras se realizaron entre julio y octubre de 2010, bajo la supervisión del restaurador Rogelio Rivero Chong, subdirector de Conservación del Patrimonio Cultural; y del maestro Abraham Roberto Sánchez Ramírez, jefe del Laboratorio de Estructuras y Materiales del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Rivero Chong precisó que se trata de un trabajo multidisciplinario, no sólo de mecánica, sino de análisis y conservación de la lápida, que aporta nuevos elementos para un mayor conocimiento de la pieza. Adelantó el especialista que el INAH prevé una publicación conmemorativa de estos trabajos que integra una nueva revisión documental, fotografías de alta definición, dibujo arqueológico directo y en AutoCAD, que superará la información que en su momento asentaron arqueólogos, como el propio Ruz Lhuillier y Merle Greene Robertson, en diversas obras. Uno de los aspectos más destacados de este proyecto de conservación del espacio funerario, fue el nuevo registro de la lápida de Pakal II, mediante el Radar de Penetración, tecnología de punta con que cuenta el INAH. Ello permitió conocer si la losa presentaba fracturas o fisuras, u otras anomalías que significaran un riesgo durante las maniobras de retiro de las placas metálicas que la soportaban. La cripta en su conjunto se protegió mediante una estructura tubular y placas de aglomerado de madera, para evitar cualquier contacto con los relieves de estuco. Mientras que la lápida, el sarcófago, así como el piso y las escaleras, se cubrieron con tela sintética, espuma de polietileno y geotextil, respectivamente. La primera operación, enfocada a retirar las vigas de madera, se hizo con un sistema de cuatro gatos hidráulicos, con una capacidad de 10 toneladas cada uno, distribuidos bajo la lápida, brindando, así un amplio margen de seguridad para soportar la losa, cuyo peso se ha calculado en siete toneladas. Estas maniobras requirieron un alto grado de precisión y coordinación, pues alternadamente iban desplazándose los maderos, cortándose y siendo retirados de la cripta, esto último con la ayuda de 15 trabajadores del Programa de Mantenimiento Menor de la Zona Arqueológica de Palenque. En una segunda operación, dedicada a descender el monolito, debido a que ya no podían introducirse gatos entre el sarcófago y la losa, se realizó el levantamiento y descenso de la pieza de forma alternada. Es decir, la lápida nunca estuvo suspendida sobre los cuatro gatos hidráulicos al mismo tiempo, sino de dos en dos, para colocarla paulatinamente y con mayor seguridad. Mediante este sistema, la lápida de Pakal descendió de pulgada en pulgada (2.54 centímetros) hasta hacer contacto con el sarcófago. La unión entre la losa y el sepulcro fue sellada con una mezcla de cal y arena, que permitirá el paso reducido, y a largo plazo, de oxígeno, con lo que se mantendrán controladas las condiciones de conservación del interior del féretro. Relatan las inscripciones jeroglíficas de Palenque que el dignatario maya, también conocido como Pakal II, falleció y “entró al camino” el 28 de agosto de 683 d.C. Sin embargo, su reposo fue interrumpido un milenio después por el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier, quien, tras cuatro años de intensas excavaciones, descubrió la cámara mortuoria el domingo 12 de junio de 1952. A manera de guardianes, nueve guerreros modelados en estuco rodeaban la extraordinaria lápida esculpida sobre una losa monolítica de aproximadamente siete toneladas; 2.20 metros de ancho por 3.60 de largo. La tumba de Pakal fue cerrada al público en 2004, como una medida de conservación, ya que la entrada masiva provocaba el aumento de la temperatura y la humedad del espacio. No obstante, al comienzo de aquella década también empezó a considerarse la pertinencia de sustituir las placas metálicas que sostenían la lápida, en virtud del grado de corrosión que presentaban. En 2008, el INAH, a través de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), avaló un proyecto interdisciplinario tendiente a definir no sólo el estado de preservación de la losa. Sino de los bienes de la cripta en general: relieves estucados, aplanados, sarcófago y escalones, lo que incluyó un registro pormenorizado de aspectos de conservación, arqueológicos y arquitectónicos. Este proyecto logró la colaboración entre especialistas de diversas instancias del INAH, como las coordinaciones nacionales de Conservación y de Arqueología, la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, y la Zona Arqueológica de Palenque. Sin soslayar el invaluable apoyo de la UNAM, a través del Instituto de Ingeniería. Tras concluir de manera exitosa este proceso de descendimiento de la lápida de Pakal II, se dará continuidad al monitoreo de temperatura y humedad en la cripta, así como a los procesos de conservación preventiva y consolidación del área. También finalizará la recopilación de todos los datos de registro. Posteriormente se presentará ante el Consejo de Arqueología del INAH una propuesta de exploración de este complejo funerario, a fin de corroborar si la cripta del soberano maya cuenta con un acceso frontal, como es el caso del sepulcro de la Reina Roja, en Templo XII. Ello refutaría la tesis de Ruz Lhuillier, que refiere que la tumba de Pakal fue el punto de arranque para la construcción del Templo de las Inscripciones.