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La mala costumbre mexicana de mentir

29/10/2009 02:20 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Una encuesta revela que los mexicanos faltamos a la verdad cuatro veces al día; los especialistas aseguran que lo hacemos para conseguir prestigio o mejorar nuestra imagen El Universal

De profesión chef. También modelo y maestra de spining. Políglota. Con dos novios, uno de ellos casado y el otro, un político famoso. Tuvo sexo con Pablo Montero. Ganó tres torneos de karate en la secundaria, además de una camioneta en el supermercado y estuvo a un número de volverse millonaria en el Melate. Dice llamarse Grace y tener 24 años de edad. Su diagnóstico: Mitómana.

En realidad su nombre es Graciela y se bajó dos años la edad. Después de acudir a terapia, ahora reconoce que mintió en todos los ámbitos de su vida y por muchos años. Su forma desproporcionada de cambiar la realidad con el único objetivo de hacerse interesante la llevó a un diván a contar cómo se fueron derrumbando una a una todas sus fantasías.

Lo de instructora y modelo se cayó solito. Sólo había que mirar su redonda figura. Todas sus mentiras fueron insostenibles. Quienes la han rodeado le temen. No confían ni en ella ni en su mundo. Hoy intenta, mediante la psicoterapia, ser capaz de concretar alguna relación social sin que le huyan.

Graciela forma parte de uno de los dos tipos con los que se clasifica a los mentirosos, pertenece a los que mienten patológicamente, un número que por cierto aún no está registrado en ningún estudio. El segundo grupo está integrado por quienes mienten por hábito. Aquí es donde caemos todos. Aunque mintamos para negarlo, las cifras dicen otra cosa.

La encuesta “La mentira cotidiana, una aceptada costumbre”, hecha por Consulta Mitofsky en el 2007, reveló que los mexicanos decimos 94 mil 900 millones de mentiras al año.

Aún así nos clasificamos como poco mentirosos. Siete de cada diez se dicen nada o poco mentirosos y sólo dos se aceptan como “regular” o muy mentirosos. En una escala del 0 al 10 donde se mide el grado de mentirosos que somos los mexicanos, las mil personas encuestadas eligieron el 3.6.

La verdad cotidiana

La realidad es que las mentiras las escuchamos todos los días y en todo momento. Nos las dicen los que nos quieren y los que no. Los que nos conocen y los que no conocemos. Nos las decimos a nosotros mismos. Son costumbre para los medios de comunicación, los políticos, los amigos, los padres, los hijos, las parejas. Son parte de nuestra vida, de la cultura. Se miente desde siempre, es una forma de relacionarse con los demás y es un hábito aceptado en la sociedad.

Aún considerando a los que aseguran no mentir, los mexicanos aceptamos decir en promedio casi cuatro mentiras de todo tipo al día; es decir, si esto fuera cierto, en el país se estarían escuchando aproximadamente 260 millones de mentiras diarias, asegura Consulta Mitofsky en su encuesta.

El 18.1% de quienes participaron en ese ejercicio dice mentir por necesidad; el 16.8%, lo hace por conveniencia; el 14.8% para evitar conflictos y el 8.3% sólo por costumbre.

Los que más mienten son los hombres, los que tienen menos de 30 años, los de mayor preparación académica y los estudiantes, quienes descaradamente aceptan en un 55% que sus principales víctimas son sus padres. Mientras que los menos mentirosos son los mayores de 50 años y las amas de casa.

En esa encuesta, seis de cada diez mexicanos confiesan que le mienten a sus amigos, tres de cada diez a su pareja y dos de cada diez a sus jefes y padres.

En el amor, ellos son los más mentirosos, pues 38% de los hombres confiesa que sí miente en sus relaciones de pareja. En contraste, sólo 32% de ellas acepta mentir a quienes aman.

La vida del mitómano

Pero los mitómanos van más allá. El contenido y la extensión de sus mentiras es desproporcionado, lo hacen con el objetivo de conseguir prestigio, mejorar su imagen o la percepción que los demás tienen de él, además de obtener afectos y manipular a los demás.

Además, son exhaustivos en describir sus mentiras. Siempre detallan todas sus historias y hasta se emocionan cuando las cuentan, a pesar de que las personas que los escuchan tarde o temprano los sorprenden con la verdad.

No existen estudios epidemiológicos internacionales y mucho menos nacionales que nos indiquen cuántas personas son mitómanas. Es más, mentir patológicamente no está catalogado como un trastorno psiquiátrico.

“Los trastornos psiquiátricos los diagnosticamos cuando una persona cumple con ciertos síntomas. La mitomanía no está considerada como un diagnostico psiquiátrico, sino más bien como un síntoma que acompaña a varias enfermedades como los trastornos de la personalidad o el trastorno antisocial, padecimientos que tienen, entre sus síntomas, el mentir”, explica Julio López Hernández, psiquiatra y asistente técnico de la Dirección General de los Servicios de Atención Psiquiátrica en la Coordinación de Institutos Nacionales de Salud.

Asegura que no hay fármacos para dejar de mentir. “Se puede modificar el comportamiento en una terapia, además tenemos que diagnosticar bien el trastorno que padece el que miente patológicamente. Generalmente a los mitómanos cuando uno les demuestra que no son verdad sus fantasías, aceptan que mintieron. De lo contrario, si se creen sus propias mentiras se trataría de psicópatas”, dice el especialista.

Otro aspecto a considerar es que mentir “piadosamente” a nadie le parece grave. Las mentiras se ven disminuidas por los objetivos que se persiguen al decirlas. Prácticamente dos de cada tres mexicanos, según la encuesta de Mitofsky, piensan que la mentira es necesaria y justificable, opinión que incluso supera el 75% entre los estudiantes y la población más escolarizada de este país.

La mentira es cultural

En México la única verdad es la mentira y aceptamos, incluso, el engaño como forma de gobierno.

Sara Sefchovich documentó en su libro País de las mentiras todas de las que fue testigo durante 16 años. Sacó a la luz pública las mentiras de los políticos con argumentos, datos, documentos, declaraciones y contradicciones.

Como investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue documentando semana a semana lo que pasaba en el país.

El descubrimiento fue que la gente suele decir lo que no es y lo que es, no lo dicen. “Los políticos dicen verdades a medias, dan versiones diferentes de los hechos. Santiago Creel (ex secretario de Gobernación) juró que nunca iba a autorizar los casinos, mintió y lo peor, es que siguió con su enredo hasta que fue descubierto. Son ejemplos de la vida cotidiana que todos hemos vivido, pero lo permitimos, no nos importa, no evaluamos lo que nos prometen y luego no hacen”, dice Sefchovich en su obra.

La escritora e investigadora considera que la consecuencia de vivir rodeados y, además, ser parte de lamentira, genera desconfianza, corrupción y también doble moral. “Existen porque todos somos parte de ellas, aceptamos el funcionamiento así de las cosas. Históricamente ha existido una separación entre discurso y realidad”, dice.

Todos sabemos que es un juego, señala. “Hubo tiempos en que nos decían no van a subir la gasolina y todos llenábamos el tanque porque sabíamos que eso significaba que subiría, fingimos que obedecemos al de la esquina, fingimos que hablamos mal de la comida chatarra pero la comemos”, opina.

Sara Sefchovich asegura que la mentira es parte de todos y que el cambio es aún más difícil. Para que esto ocurra, destaca, habría que dejar de participar en actos de corrupción y quejarnos, exigir al gobierno lo que promete.

El psiquiatra Julio López, dice que, sobre las mentiras, poco se sabe. “En nuestro ramo -explica- se ha estudiado poco, no sabemos si la gente comienza a ser mitómano desde la niñez. Se debe investigar qué patologías acompaña”.

A Graciela sólo le queda volverse a ganar la confianza de quienes por años escucharon sus mentiras. Está aprendiendo a crear una mejor versión de sí misma, pero verdadera.

Y seguiremos mintiendo...........??


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Dr Jorge Lemus (146 noticias)
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