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Lod genios no están locos pero la creación no fluye y es difícil. El Instituto Karolinska de Estokolmo hizo un estudio serio de la depresión y los trastornos mentales de los artistas famosos y demostró que existen
Se dice que los genios están un poco locos, o al menos, es creencia popular arraigada. Lo cierto es que los estudios científicos confirman que existe cierta conexión una relación entre creatividad y enfermedades mentales, aunque no es una relación infalible. Y el dicho es inexacto.
Los padecimientos mentales son comunes a todas las personas, pero romantizar la locura para hacer creer que los artistas y los escritores geniales son más propensos a sufrirla, es un error.
Algunos autores sostienen que la locura y la creación artísticas siempre han estado ligadas en muchas ocasiones y hasta hay quien afirma que el sufrir trastornos mentales un pre-requisito para producir grandes obras de arte. Y ocurre que locura y creación son dos palabras que con frecuencia han viajado unidas en el mismo vagón a través del tiempo. Muchas voces y tantos otros escritos se han pronunciado al respecto llegando a conclusiones dispares, y podemos mostrar los variados ejemplos que a lo largo de la historia revelan esta difícil convivencia, que abarcan distintos significados no exentos de cierta polémica.
Sí hubo filósofos griegos que dijeron que la creación artística involucraba cruzar la línea entre lo racional y lo irracional. Según palabras del filósofo Platón: “La locura es un regalo de los dioses“. El escritor Marcel Proust dijo: “Todo lo grandioso del mundo ha sido creado por neuróticos” pero él mismo estaba afectado de neurosis. Era parte interesada en una generalización que no se daba.
“La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.” Edgar Allan Poe (1809-1849)
“La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma“. Johann Wolfgang Goethe (1749-1832)
“El loco no puede reincorporarse a la realidad, está permanentemente viviendo su fantasía“.
Carlos Castilla del Pino (1922-2009) Psiquiatra y escritor español.
Para huir de un estado mental psicótico, según numerosos estudios, los artistas perturbados se volcaron en la creación para salvar su propia mente de la locura, como el pintor Jackson Pollock, quien según algunos investigadores, creaba sus cuadros en un intento de organizar su mente y salirse de una existencia caótica. Lo cierto es que los rasgos vitales y comunes de la locura fueron fundamentalmente tres: el cambio súbito de estados de ánimo del artista, el pensamiento no lineal y la tolerancia con todo lo irracional.
Que el arte es una gran ayuda para tranquilizar la mente era su premisa fundamental porque conocían que ciertas prácticas psicológicas casi innatas decían desde su interior que pintar, escribir o tocar algún instrumento musical, hace sentirse mejor. De esta manera la creatividad les curaba el dolor, mientras estaban ocupados en su arte.
El escultor Franz Messerschmidt, sufría una locura irreversible que le arrebató un puesto importante como maestro en una universidad alemana, pero él mismo se retrató al crear los 'caracteres de Messerschidt', una serie de esculturas que son reconocidas como de las más importantes del mundo y que probaban lo que todos sabían que estaba loco aunque era el mejor de sus días.
Otro ejemplo es el del pintor Edward Munch, creador del famoso 'Grito' universal, quien también manifestaba desequilibrios mentales, a los cuales, según sus palabras, no quería renunciar, considerándolo comuna de sus virtudes.
Los expertos, al tratar de relacionar la locura, el genio y la creación artística parecen inclinarse a dar cierta razón a Messersmidt y Edward Munch al encontrar que la evidencia científica arroja algunas pruebas de cierta simbiosis entre los desórdenes mentales y la creación, pero esto estigmatizaría a todas las personas con capacidades artísticas pues serían tomados como enfermos mentales potenciales. Edvard Munch, creador del famoso 'Grito' universal, quien también manifestaba desequilibrios mentales, a los cuales, según sus palabras, no quería renunciar, considerándolo comuna de sus virtudes
Eso ronda el ridículo. Aquí, se impone un somero repaso de algunos grandes creadores y su enfrentamiento al delirio.
La coexistencia de creación y locura en algunos artistas trascendentales como Vicent van Gogh, Edward Munch y Virginia Woolf, existe
De los once premios Nobel de literatura norteamericanos, cuatro de ellos eran alcohólicos: Sinclair Lewis, Eugene O'Neill, William Faulkner y Ernest Hemingway. Además, Franz Kafka tenía depresión y ansiedad social, Leon Tolstoy era depresivo y con tendencias suicidas. Es cierta la coexistencia de creación y locura en algunos artistas trascendentales como Vicent van Gogh, Edward Munch y Virginia Woolf, la gran escritora inglesa, quien estaba diagnosticada también de depresión, al igual que Winston Churchill.
Caso aparte y patético, en que se mezcla una extraña obsesión negativa no diagnosticada como locura acompañada de una voluntad de hierro admirable, es el la mexicana Frida Kahlo. Después de sufrir un accidente de tráfico terrible que la dejó prácticamente paralizada desde su juventud, desarrolló un carácter agri-dulce que la convirtió en alguien melancólico y egocéntrico, pero al mismo tiempo la dotó de un afán de superación admirable. De entre los escritores, dos depresivos Ernest Hemmingway y Virginia Wolf crearon algunas de las más grandes obras de la literatura, pero sus depresiones los llevaron al suicidio.
Al fin los suecos, con porcentajes y cifras, pusieron los puntos sobre las íes sobre los artistas creativos y sus locuras
Según un estudio realizado por el Instituto Karolinska (Suecia) sobre más de un millón de personas, los profesionales creativos tenían un 8% más de probabilidades de sufrir trastornos mentales respecto a personas que se dedicaban a otro tipo de profesiones como médicos, abogados o profesores, etc…
Los escritores son los que salían peor parados de esta investigación, ya que tenían un mayor riesgo de sufrir trastornos de ansiedad (38%), bipolaridad (121%), esquizofrenia, depresión y abuso de sustancias -alcohol y drogas-. Además, el estudio decía que tienen el doble de probabilidades de terminar suicidándose que las personas que se dedican a otros oficios.
Por su parte, los bailarines, científicos, los fotógrafos y otros productores creativos tenían una tendencia mayor a sufrir trastorno bipolar respecto a otras actividades, pero las tasas eran inferiores que las de los escritores. En general, el grupo de personas dedicadas a profesiones relacionadas con la creatividad en su núcleo familiar solían tener parientes cercanos que sufrían de anorexia, de autismo o de otras enfermedades mentales, aunque ellos no tuvieran ninguna.
En esta investigación también se estudió la creatividad en base a diversos aspectos: la personalidad -rasgos propios como la curiosidad- el proceso durante el acto creativo -las actividades personales en ese periodo de tiempo-actitud en relación con su entorno. En fin todo lo que ocupa el cerebro en ese lapso de tiempo. Y el producto.
Hasta el momento esta duplicidad (creatividad y locura) había sido estudiada desde el punto de vista histórico-biográfico y psicológico. Se analizaban las condiciones de vida de los artistas, el promedio de edad, el uso de drogas y alcohol, los intentos de suicidio y otros datos. Sin embargo, hace poco, investigadores suecos hicieron un estudio tipo neurobiológico, donde se demuestra que el exceso de dopaminas en el cerebro de personas creativas como ellos, se asemeja al de personas con el diagnóstico de esquizofrenia. En estas personas, este sistema de dopaminas no filtra de manera tan estricta el torrente de impresiones sensoriales, lo cual aumenta la capacidad del individuo de crear asociaciones originales, extravagantes o delirantes. Desde el punto de vista de la creatividad, este sistema puede originar una corriente inagotable de ideas e inspiración, pero desde el punto de vista de la enfermedad puede conducir a la confusión y a la angustia. Podría considerarse como una hiperestimulación que provoca tanto procesos creativos como desórdenes psicóticos. Esto tampoco significa que quien sufre de esquizofrenia automáticamente sea una persona más creativa, sino que por el contrario esta enfermedad dificulta con frecuencia la capacidad creadora.
Lo que señalaron los investigadores suecos es que el límite entre locura y creación es muy difuso e imposible de definir. La meta de su estudio era documentar los mecanismos que nuestro cerebro pone en funcionamiento durante el proceso de creación, comparándolo con los de la enfermedad.
La importancia de la investigación fue reconocida. No negaron que todos los trastornos pueden aportar aspectos beneficiosos a la creatividad y el ingenio, lo que abrió una nueva puerta en el ámbito de la psiquiatría: ofrecer un enfoque diferente para el tratamiento de las enfermedades mentales como la esquizofrenia o la bipolaridad, que permitirán aprovechar lo bueno de la situación y mejorar los aspectos negativos. Los suecos dejaron ver que todo no es blanco o negro, y comenzaron a ver matices. Sin embargo, tampoco no había que idealizar a los enfermos mentales, sino dedicarles mayor atención fueran o no artistas.
Algo interesante es que estos estudiosos suecos creyeron haber hallado la explicación de por qué los genes que conducen a la enfermedad mental no han desaparecido a través de la evolución artística, según ellos, cuando la persona que los posee logra encontrar el equilibrio, gracias a una mayor potencia de su capacidad creadora.
Obviamente, y vale la aclaración definitiva, la locura no es un pre-requisito para la creación, ni todos los grandes creadores eran locos ni todos los locos son genios.
¿Por qué dejaron tan malparados a los escritores? Muchos escritores protestaron de ese 38% de ansiedad o del 121% de bipolaridad que los suecos les atribuyeron. Algunos se desligaron del Instituto Karolinska llamándole indocumentado. Porque ignoraba que el escritor necesita mucho tiempo antes de poder ver algo siquiera publicado, porque tiene que desplegar gran esfuerzo e influencias para conseguir información, etc… Y que todo ese tiempo y esfuerzo en sí puede desequilibrar al escritor más que a sus colegas de otras esferas artísticas.
La psiquiatría y la evidencia científica señalan que la locura o los desequilibrios mentales no potencian la creación artística.
Hay, sin duda, un malentendido radical entre muchos críticos y creadores, sobre todo los muy jóvenes, que consiste en considerar a la locura o el desequilibrio mental la condición de posibilidad de la creación artística, como si solo pudieran ser artistas quienes bordean esa zona extrema que es la locura.
En un sentido los psicoanalistas se han cansado de afirmar lo contrario: nadie puede crear estando alienado, pues la facultad de simbolización, decisiva para el acto creador, se cual fuera su manifestación, falla. Quien está en brote psicótico no puede transformar en arte su delirio, sino que simplemente lo vive y lo sufre. Van Gogh, Artaud, tantos otros artistas que padecieron perturbaciones mentales, pintaban, escribían o componía solo cuando no estaban sometidos a ese “vicio absurdo”, como Virginia Woolf denomino a la locura.
El arte degenerativo que Hitler atribuyó a los artistas no ario era político. Todos los artistas no nazis eran para el Tercer Reich enfermos mentales
Es cierto, sin embargo, que en el acto creador se pone en juego la estructura misma de la subjetividad y el artista queda expuesto a las estructuras extrañas anteriores a la conformación del sujeto.
Para ser artista, sin duda es preciso “estar un poco loco”, pero en el sentido de rechazar esta realidad sofocante, estúpida, convencional, formalista u oficialista que muchos llaman “cordura”, tener la necesidad de sumarle algo que es preciso sentir de la forma más aguda que algo nos falta, la fusión perfecta con la madre, para los psicoanalistas; la unión con la divinidad, para quienes tienen una fe religiosa; el descanso en el Ser, para los filósofos. Pero para concretar esta carencia en una obra, es necesaria la lucidez del trabajo, que no puede realizarse sin un dominio último de la conciencia no de la locura.
Otro de sus objetivos es aportar estrategias para entrenar y desarrollar el pensamiento creador. Anteriormente se demostró que el primer paso de la creatividad es la capacidad de producir una gran cantidad de ideas y alternativas, una especie de corriente llamada flow, un estado de concentración y gozo que ciertas personas experimentan durante el ejercicio de actividades intelectuales estimulantes. Sin embargo, estos investigadores están convencidos de que el secreto de una conducta creativa exitosa reside en la combinación de creatividad y disciplina. Para ser creativo es necesario también poder ordenar las ideas y tener la capacidad de llevarlas a la práctica.
Schumann componía dentro de un estado de cuadro bipolar que le impulsaba en su periodo maniaco a crear sin detenerse decenas de piezas musicales, aunque sólo muy pocas fueron extraordinarias. En sus periodos de depresión era incapaz de componer algo, de hablar o de convivir con alguien.
Ingmar Bergman, después de un periodo de producción artística se sumergía en el silencio, incapaz de pronunciar palabra durante semanas. Bergman se refería con frecuencia a sus “demonios”. Fuerzas que se apoderaban de él y lo precipitaban a la creación, pero también a la angustia. Así como su admirado August Strindberg, quien obedecía a lo que él llamaba los “poderes” (makterna), así Bergman solía adjudicar a sus “demonios” un poder intenso sobre su espíritu. En Lanterna mágica dice (durante una hospitalización): “Atravieso un período de intenso sufrimiento. Protestando contra las indicaciones de los médicos, he abandonado completamente el valium y el mogadón. Fin de todo lo químico. El efecto ha sido inmediato. La angustia reprimida estalló como una llamarada, el insomnio fue total, los demonios estaban enfurecidos y creí que las detonaciones en el interior de mi cuerpo me iban a destrozar”.
Fredrik Ullén y Örjan de Manzano han simplemente confirmado lo que muchos creadores testimoniaron y testimonian en sus obras y su vida: que los “demonios” realmente existen, y que muchos artistas han debido pagar un precio muy alto por sus excepcionales obras de arte.
Dos sombras posan fatídicas sobre la creación: el desorden bipolar y la esquizofrenia. Esta relación ha impulsado el mito del temperamento artístico, Lord Byron, Van Gogh, Edgar Allan Poe, F. Scott Fitzgerald, Virginia Wolf, William Blake, Sylvia Plath, Hemingway, Strindberg, Artaud. Con una incidencia más grande entre escritores que en otros artistas. Aunque los estudios se han realizado sobre artistas contemporáneos, los diarios, escritos y obras biográficas han permitido analizar sus experiencias y llegar a conclusiones, las cuales, más que nada, especulan y meten en catálogos a sus padecimientos mentales. Según los estudios, el temperamento artístico posee altos niveles de autosuficiencia y un ego fuerte, y es proclive a inventar ideas y pensamientos extraños en una proporción mucho más alta que la población normal. La evidencia científica arroja pruebas de la simbiosis entre cierto desorden mental y la creación, pero tal teoría condena a las personas con capacidades artísticas que serían tomadas como enfermos mentales potenciales.
El trayecto que recorre desde la cordura hasta la demencia el viaje es duro, mórbido y terrible, y a veces se presenta en una vida creadora
Los accesos de locura se alternan a veces con periodos de riqueza y productividad artística. Esto ha dado un aura de romanticismo a la locura y ha impulsado a muchos artistas a fingirse dementes falsamente —Dalí con gran éxito, Leonora Carrington de forma espontánea, por ejemplo— y hacer de un estado enajenado parte de su leyenda artística.
Pero dejando de lado a los falsos locos bien organizados tipo Dalí, para otros fue un padecimiento mental real el que llenó de dolor su existencia. Hoffmann tenía una personalidad que oscilaba entre la desbordante felicidad y el romanticismo hasta la decepción y la tristeza más profunda; se obsesionó en el pánico y la vergüenza del que tiene en su familia y en la sangre el estigma de la enajenación. Sus cuentos describen todos los estados de inanidad mental posibles, desde la manía persecutoria y la depresión catatónica a los automatismos, que abordan un mundo fantástico en el que la irrealidad, el ocultismo y la demencia son el refinamiento del horror. Hoffman se preguntaba si la personalidad enajenada es en realidad la auténtica, y se sumergía en la locura hasta sus entrañas, provocando al dragón.
El caso de Van Gogh, quizás atípico, su locura que fue un chantaje amoroso producto de una relación tormentosa, nos plantea la necesidad de una mayor evidencia científica
¿Cuánto ha aportado la locura a la obra de los artistas, o hasta qué punto la ha frustrado? El agotamiento mental de Van Gogh en gran medida fue causado por la relación tormentosa que vivía con Paul Gauguin. Cortarse una oreja, aunque exagerado, fue un chantaje amoroso, y actos como ése pueden llegar a los extremos más dramáticos, lo que fue producto de una pasión irrefrenable. Al ingresar en el psiquiátrico de Saint-Remy-de Provence, Van Gogh se alejó de esas emociones, se enclaustró sólo para vivir en la realidad de la pintura. En el hospital psiquiátrico, donde realizó algunos de sus mejores cuadros. Aunque en el caso de Vincent su locura progresiva fue debida sobre todo a la adicción a la trementina, un compuesto tóxico con el que se elaboraban las pinturas de óleo. Esto no lo reseñan muchos de sus biógrafos.
Y probablemente fue la droga la que le llevó a dispararse un tiro en el pecho, sus obras ya estaban en el lienzo y en el mercado y había dedicado sus horas a una producción desaforada. Sus colores revueltos con pinceladas centrífugas y repetitivas son producto de un análisis del movimiento de la luz, de una disciplina observadora que se impone a la desordenada pesadumbre de recrearse con las emociones.
La pintura poseía a Van Gogh, al suicidarse rompió con ella y dejó como venganza la sensación de vacío de las obras que no realizó. En el otro extremo, la tristeza y la embriaguez de la cauda narrativa de Virginia Wolf y Sylvia Plath, empapadas en las adictivas lágrimas de la depresión, hicieron que sus obras se centraran en el fenómeno de ser esclavas de sus sentimientos. Sin esa droga tan embriagadora como es la tristeza algunos psiquiatras opinan que no hubieran creado nada. Su inspiración fue la morfina de ver sufrir a otros por el propio sufrimiento, tener el poder de magnificar lo minúsculo y llenar con esto páginas de autoflagelación. Sus suicidios, hasta cierto punto, llegaron con el agotamiento del tema, repetirse hubiera sido peor que la muerte. Eran adictas, viciosas de sus emociones.
El escritor y filósofo rumano Cioran decía que “la vida es un subterfugio de la locura y el que cae en sus redes marcha por un camino abierto por su propia sangre”.
Mencionaba Freud al arte como un camino de regreso de la fantasía a la realidad (“Los caminos de la formación de síntoma”), y al artista como alguien que alcanza mediante la fantasía aquello que antes sólo lograba en ella.
El Arte Degenerado de Hitler condenaba a la locura a todos los que se oponían a la “pureza” establecida por las ideas nazis
Entre los años 1933 y 1945, el nazismo impuso en Alemania un arte peculiar, un arte que servía de instrumento para la consolidación del régimen y el sometimiento de las masas. Rembrandt, Van Gogh, Picasso, Kandinsky, Munch, Max Ernst, Paul Klee o Edvard Munch, Monet, Manet, Renoir, Pissarro, Gauguin, Cezanne, Picasso, Mondigliani, de Chirico, Chagall, Braque, Grosz, los componentes del grupo “Die Brücke” (“Kirchner”), Matisse, Klee, Kandinsky……
Estos y otros fueron algunos de los artistas calificados como “degenerados” por el régimen nazi. Hitler consideraba que su arte no transmitía los ideales del III Reich y que sus obras eran fruto de una fantasía enfermiza, patológica y los nazis llegaron a exhibir grandes pinturas "degenerativas" junto a dibujos de discapacitados mentales, comentarios despectivos de los pintores nazis o colaboracionistas y fotografías repulsivas, para ridiculizar y llevar al absurdo el concepto modernista del arte, no ario, el honor y la pureza racial.
Algunas corrientes como el expresionismo, el impresionismo, el dadaísmo, el surrealismo... representaban innovaciones estéticas, de manera que contradecían el ideal de belleza propagado por el régimen nazi, y estaban pintados por débiles mentales., Este rechazo al arte moderno tuvo su punto culminante con la firma por parte de Hitler de un decreto que, en julio de 1937, oficializaba la persecución contra el llamado 'Enkertete Kunst' o "Arte degenerado". Dicho decreto supuso la confiscación de casi 20.000 obras de arte de vanguardia, procedente de distintos museos y colecciones privadas.
Las obras sufrieron tachaduras e incluso mutilaciones, y se presentaron junto a carteles en los que se podía leer: "arte incompetente, "arte charlatán", “decadente", comercial", ”arte esquizofrénico”
Todo arte basado en la experimentación sobre ideas respecto a la naturaleza, en la sensibilidad del sentir, las paradojas que surgen, y las diferentes actitudes de sus artistas, el expresar del subconsciente, era degenerado. Lo condenaban los nazis, porque para ellos representaba fantasías enfermizas, formas de expresión de las razas inferiores, y por supuesto esto contradecía el ideal de los nazis de la pureza que tenía su expresión artística.
Dice Rof Carballo: “Un pueblo sin creatividad está condenado a la esclavitud. Mucho ganó el hombre occidental cuando, llevado de la mano de Freud, supo aportar ese gran desconocido que para él, durante muchos siglos, fue su propio subconsciente. Esta profundísima colección de subconscientes dispares llega en su día, reconocido por la historia universal, como el comienzo de una nueva era. Freud estaba estigmatizado por los nazis”
Eric S. Kandel, el primer y único psiquiatra norteamericano que recibió el premio Nobel, en Fisiología y Medicina relacionadas con la Neurología, tenía una larga experiencia como psicoanalista e intentaba explicar los mecanismos y bases biológicas de la enfermedad basándose en estos conocimientos. Y trató siempre de construir terapias nuevas para sus pacientes. Fue el segundo psiquiatra que recibió el premio Nobel en los 105 años de existencia del premio.
El psiquiatra y artista alemán Prinzhorn y su doctrina de la creatividad sufrieron los cambios de los extremismos de los hombres. Su colección y otros cientos de obras de arte seleccionadas de los más diversos museos alemanes fueron determinantes en aquel momento para establecer la concordancia entre la pintura de los enfermos mentales y otros artistas no reconocidos como enfermos, si bien, según los nazis, pintaban como si lo fueran y eran degenerativos.
El que denominan genéricamente “arte degenerado” lo aplicaron Hitler, Goebbels y su banda a las vanguardias artísticas alemanas, austriacas, etcétera, y para degradarlas se las asoció con las «perversiones mentales», con la locura.
El arte de vanguardia que florecía en la palpitante Berlín de los años veinte fue blanco de una "guerra de limpieza" durante el Tercer Reich. El expresionismo, el impresionismo, el dadaísmo, el surrealismo... todas las innovaciones estéticas contradecían el ideal de belleza propugnado por el régimen nazi.
Con el título de "Arte Degenerado", los nazis mostraron ya en 1937 en Münich 650 pinturas y esculturas que ellos mismos habían confiscado de los museos y las galerías privadas de toda Alemania. Obras de Paul Klee, Pablo Picasso, Vincent Van Gogh, Marc Chagall, Wassily Kandinsky, Max Ernst, Otto Dix y Eduard Munch, entre otros, fueron consideradas, incluso antes de la guerra, fruto de una "fantasía enfermiza" o de “mentes dislocadas“, o simplemente de inspiración "judeobolchevique".
Prohibidas para menores, algunas muestras modernas exhibían grandes pinturas junto a dibujos de discapacitados mentales, comentarios despectivos o fotos repulsivas, para ridiculizar y llevar al absurdo el concepto moderno del arte. "Lo que están viendo son los productos enfermos de la locura, la impertinencia y la falta de talento. Necesitaría varios trenes de carga para limpiar nuestras galerías de esta basura... Esto sucederá pronto", decía el presidente de la Cámara de Cultura del Tercer Reich, Adolf Ziegler, en la apertura de la muestra de Münich. Y después de quemar unos cuantos cuadros de esos cuadros, Hermann Goering se dedicó a organizar muestras de arte degenerado que engrosaron su fortuna personal y la de Hitler. Para oficializar las confiscaciones en 1940, Hitler creó el “Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR), el único autorizado par transferir a Alemania bienes culturales que el III Reich se encargaba de salvaguardar. Y el expolio oficial fue un hecho.
Según Hitler: «El deber del Estado y de sus dirigentes es impedir que el pueblo caiga bajo la influencia de la locura espiritual».
FUENTE: DIASPORAweb ESPECIAL PARA GLOBEDIA