¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Fran Laviada escriba una noticia?
Pepe : "El otro día tuve un sueño muy raro, en el que me veía rodeado de oscuridad y en la mano tenía un cuchillo muy afilado, con el que iba cortando la noche como si fuera una barra de salchichón".
Tito : "Vaya sueño más raro tío. Pero el mío no se queda atrás, yo soñé que estaba en un bosque rodeado de árboles que tenían las ramas completamente peladas, mientras el viento no dejaba de soplar produciendo un sonido aflautado, o al menos esa impresión me dio a mí".
Pepe: ¿Y tú que interpretación le das a los sueños, crees que tienen algo que ver con la realidad, aunque sean incomprensibles?
Tito: "Pues yo creo que son producto de la realidad que se vive, aunque para poder dar una interpretación lógica a lo que se sueña, hay que pasarlo todo antes por el "colador", aunque no sé muy bien, con cual. Yo, sin ir más lejos, hace unos días soñé con una vieja habitación, con unas vigas podridas que sujetaban el techo, hasta que todo se acababa viniendo abajo, y entre los restos del derrumbe aparecía yo. La conclusión que saqué del sueño, es que todo aquello eran las ruinas de mi existencia, y que yo salía a flote. Pero, igual significaba lo contrario. ¿Quién sabe, no te parece?
Pepe : "Pues sí, igual tienes razón"
Tito: "El día que conocí a mi suegra me sentí como un piloto de guerra, cuyo avión se había incendiado, y tuvo que saltar en paracaídas en territorio enemigo. ¡Vaya agobio tío!"
Pepe : "Yo, afortunadamente nunca tuve que pasar por ese trance. Siempre tuve la suerte de que mis parejas eran huérfanas".
Tito: "Bueno, pues eso que ganaste, aunque con esto de las suegras, las hay de todos los colores, todo depende de la suerte que tengas, aunque lo importante siempre es la hija y no la madre, aunque a veces, por desgracia van en el mismo lote, todo depende de la capacidad de aguante que tenga cada uno".
Pepe "Sí tío, tienes razón, yo no aguanto ni a mi mujer, así que imagina si hubiera tenido que soportar también a mi suegra. Y si te soy sincero, a veces no me aguanto ni a mí mismo, pero como no tengo más remedio que tragarme, me he acostumbrado. Ya son muchos años de dedicación solo a mí, durante veinticuatro horas al día. Es un trabajo a tiempo completo, y como ya no soy un niño, creo que me he adaptado muy bien a la actividad. Me he convertido en auténtico especialista de mí mismo, algo que no todos consiguen, aunque lleguen a los cien años".
Tito: "¡Estoy totalmente de acurdo contigo, colega!".