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Texas. Finales de los 80. Dos perdedores, amigos desde la infancia, son despedidos de su trabajo como temporeros recolectando rosas. Birras, calor, polvo. Hap (James Purefoy) y Leonard (Michael K. Williams) malviven y maldicen su suerte hasta que la ex mujer de Hap, Trudy (Christina Hendricks) aparece para plantearles una búsqueda del tesoro en la que todo parecen ser ventajas.
Hap & Leonard es una miniserie de seis capítulos que adapta para televisión la saga literaria de Joe R. Lansdale. La propuesta es un noir con tintes tragicómicos que por momentos recuerda a Justified o Longmire pero que no logra brillar con igual intensidad. Hap & Leonard funciona, casi siempre, con el piloto automático puesto, quedándose a medio gas a la hora de desarrollar la historia de estos dos amigos metidos a cazatesoros.
Puede que simplemente aspire a entretener y divertir al personal. Tal vez, en el futuro, si la historia continúa, podamos ver la evolución, espero que a mejor, del producto. Por ahora, tenemos una ficción pequeña, bien resuelta, bien presentada y con un dúo protagonista entrañable. Una serie sin pretensiones que juega bien sus cartas y que no busca engañar al espectador ni hacerse la inteligente. ¿Podría ser mejor? Sí pero lo que da es suficiente para pasar un buen rato.
Los personajes, su mejor baza
Trudy me produce tristeza porque su vida carece de sentido sin una lucha pero todas las luchas que emprendió, fracasaron. En algún punto del camino se perdió a sí misma y el principio de su fin lo marca la muerte de un inocente pajarillo. Hendricks hace un estupendo trabajo con este personaje, consigue transmitir la decepción de una mujer que sabe que se ha equivocado demasiadas veces. Por desgracia, esta vez, vuelve a cometer los mismos errores -más graves incluso que los anteriores- y, aunque al final logra redimirse, su destino, como el de todas las femme fatale, está sellado de antemano.
A mayores, Hap & Leonard cuenta con una pareja de asesinos en serie memorable, Soldier (Jimmi Simpson) y Angel ( Pollyanna McIntosh) , dos seres extremos, excéntricos y muy peligrosos. Este dúo proporciona grandes dosis de emoción y diversión, tanto es así que consiguen robar la función a los protagonistas de la historia. Sin estos amantes de la estética punk y la música disco, la serie no sería ni tan amena ni tan intensa. Gracias a ellos, el tramo final es pura adrenalina. Lo que daría por ver un spin off de las aventuras gores de Soldier y Angel a través de Estados Unidos.
La generación del desencanto
La serie despliega su historia con la calma de un río sinuoso atravesando una llanura, no tiene prisa en llegar al final, lo que quiere es mostrarnos cómo se relacionan los personajes en ese escenario sureño plagado de nostalgia y malas decisiones. A pesar de esa lentitud encuentro muy interesantes algunos de los temas que tratan; su reflexión sobre la amistad, el paso del tiempo, los ideales perdidos, la lealtad, el amor. También me fascina la lucha que se establece entre dos formas de entender la vida, entre el idealismo trasnochado y mal orientado de Trudy y su banda; y el hedonismo salvaje y brutal que representan Soldier y Angel.
Casi todos los personajes pertenecen a la generación del desencanto. Hombres y mujeres a los que el sueño americano se les escurrió entre los dedos. La realidad se impuso; el idealismo de los 60 murió lentamente dando paso al cinismo consumista de los 80. El espíritu de igualdad, amor y libertad perdió frente al dinero y el corporativismo empresarial. Miles de jóvenes perdieron la vida y la inocencia en Vietnam. De los que regresaron, muchos no lograron readaptarse. Hap, Trudy, Leonard y algunos secundarios son miembros de esa generación que perdió la esperanza a golpe de bombardeos de napalm por televisión y escándalos presidenciales. En cierta manera creen, o necesitan creer, que merecen ese "tesoro" que buscan, que ese dinero será la solución a sus problemas y la llave para que sus sueños se cumplan. Pero la realidad es muy perra y más cuando tiene un martillo a su disposición.