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A lo largo de 2012 dos preocupaciones han centrado la atención al respecto de las perspectivas de crecimiento en Europa emergente. La primera, los efectos que la caída del crecimiento en la eurozona puedan tener sobre la actividad en la región. La segunda, la intensidad de las repercusiones financieras de la crisis de la deuda soberana de la eurozona. Tras superar el ecuador del ejercicio, la evolución del primero de estos frentes, el de la actividad, se ha tornado abiertamente preocupante. En cambio, el segundo, el relacionado con el estrés financiero se ha mitigado en parte, como atestigua la clara relajación de las primas de riesgo desde principios de junio. El resultado conjunto de estas tendencias es que las perspectivas de crecimiento para 2012 y 2013 se han erosionado, pero no en grado extremo.
El punto de partida para esta revisión lo proporcionan los datos de crecimiento del PIB del segundo trimestre. A pesar de su carácter preliminar y del hecho de que todavía no se dispone de la cifra relativa a Polonia, la información de la contabilidad trimestral confirma que la región sigue circulando a dos velocidades distintas: la de las economías que están en situación de elevada debilidad del crecimiento y la de aquellas que se benefician de un ritmo de crecimiento relativamente dinámico.
En la primera de estas tesituras se encuentran la República Checa (que suma ya tres trimestres consecutivos con retrocesos intertrimestrales del PIB), Hungría (dos trimestres de caída intertrimestral del PIB) y Rumania (que, a pesar de un crecimiento positivo en el segundo trimestre, viene de un semestre con el PIB en descenso). En la segunda, Eslovaquia (avance del 0, 7% intertrimestral del PIB en el segundo trimestre, cifra prácticamente idéntica a la de los tres trimestres anteriores) y Polonia (se prevé que su crecimiento en el segundo trimestre sea del orden del 0, 4%).
En el segundo trimestre, clara distinción entre las economías débiles como la República Checa, Hungría y Rumania... En el grupo de economías de bajo crecimiento confluyen dos tendencias: la existencia de unos estrechos lazos comerciales y financieros con la eurozona y el esfuerzo por mantener una política económica poco expansiva. A pesar de esta coincidencia, los motivos que subyacen a esta opción de política económica son diametralmente opuestos. Así, Hungría está tratando de reconducir su déficit público para garantizar una futura asistencia financiera multilateral que le permita evitar dificultades de financiación externa. Rumania, en cambio, se mantiene bajo las coordenadas que establece su actual programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE).
Finalmente, la República Checa ha tomado la senda de la ortodoxia de la política fiscal como estrategia voluntaria para mantener su credibilidad internacional entre las mejores de la región. Las diferencias entre ambas situaciones se ponen de manifiesto en la distinta percepción de riesgo que muestran los inversores internacionales. Mientras la prima de riesgo (medida por el coste de asegurar el impago del bono a tres años) se sitúa por debajo de los 75 puntos básicos en la República Checa, está en la zona de los 400 puntos básicos en Hungría y de los 300 puntos básicos en Rumania.
Fuente: Serv. Estudio la Caixa