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El Museo del Prado de Madrid se adentra desde este martes en un "viaje" por la historia del arte y de los maestros españoles desde el siglo XVI, que muestra la emancipación de la pintura de la religión y el poder.
'Metapintura' es el título de esta exposición de 137 obras, de las que 115 forman parte de la colección del Prado. Un paralelismo con el 'metateatro' o la 'metanovela', obras de teatro o novelas que hablan del propio género.
Como Cervantes habló de literatura en El Quijote, los grandes pintores también hablaron de su arte a través de su pincel.
Esta es la temática de la exposición que organiza el Prado hasta el 19 de febrero, donde abundan los lienzos de maestros como el veneciano Tiziano, el flamenco Pierre-Paul Rubens o los españoles Diego Velázquez y Francisco de Goya, contratados frecuentemente por los reyes de España.
Pinturas, estampas, esculturas, medallas o diseños a veces guardados en sus almacenes, o alejados los unos de los otros, son reagrupados e interrelacionados para explicar mejor cómo el arte deja de ser un instrumento al servicio de otra causa.
Se trata de mostrar "la progresiva introducción del genio del artista en el centro de la idea del arte", explicaba el director del museo, Miguel Zugaza, en una rueda de prensa el lunes.
Al comienzo "la pintura o la escultura estaban vinculadas a espacios sagrados y espacios culturales, sobre su condición de obra de arte pesaba su condición de instrumento de culto y de poder", añade el comisario de la muestra, Javier Portús.
La propia existencia de un cuadro como tal, en oposición a las obras que decoraban las iglesias, fecha del siglo XVI, explica a AFP el historiador de arte Victor Stoichita, autor del libro 'La invención del cuadro'.
Es entonces cuando nace "el cuadro rectangular, la pintura sobre tela, un soporte que se puede cambiar de lugar, de casa, de colección; son fenómenos del Renacimiento y del Barroco", explica.
- 'Las Meninas': la metapintura -
Antes incluso que los españoles, los pintores germanos ya se alejaron de las representaciones religiosas al imponerse el rigor de la Reforma y la prohibición de decorar iglesias.
"Hay pintores que se quedan sin trabajo porque la Iglesia no les encarga (...) y empiezan a hacer otro tipo de cuadros: naturalezas muertas, paisajes...", explica.
Todavía en 1650, el pintor español Francisco de Zurbarán se autorretrataba en la figura de San Lucas, contemplando con devoción al Cristo crucificado.
Es también esa época cuando la pintura se centra en explicar los grandes mitos griegos, señala el comisario: el de Narciso que se ahoga tras contemplar su reflejo en el agua o el de Prometeo castigado por los dioses por robar el fuego, a favor de la escultura.
La famosa obra 'Las Meninas' de Diego Velázquez (1656) no falta a la cita, pues contiene mucha información del arte de su tiempo.
"Es la metapintura absoluta", se entusiasma el historiador. Velázquez se pinta a sí mismo trabajando, con la paleta en la mano, y al fondo aparecen lienzos que se asemejan a las obras de Rubens.
El maestro español se atreve a pintarse al lado de una infanta, símbolo de su importancia en la corte real.
Los artistas ya se consideran dignos de interés y se observan y se inspiran entre ellos: Rubens, un pintor muy apreciado por Felipe IV, reinterpreta en 1628 'El rapto de Europa' de Tiziano (1560), también evocado por Velázquez en 'Las Hilanderas' (1655).
El viaje muestra también numerosos autorretratos, como los de Goya, y termina en 1819, cuando abre el Museo del Prado en Madrid: el arte ya no está en la iglesia y tiene su propio templo.
"Era el edificio más imponente de toda la ciudad junto al Palacio Real, hasta que aparecieron (...) los campos de fútbol y los rascacielos", señala con malicia el comisario.