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No se necesita disponer de un cerebro de gran tamaño para ser profesor de aulas
Al menos, eso se confirma en el caso de las hormigas, correctas y disciplinadas en el arte de la instrucción didáctica. Varios investigadores analizaron un fenómeno de enseñanza donde un insecto muestra a otro sus labores.
Este estudio basado en estos bichos refleja que la hormiga no requiere de un cerebro grande, ni tan siquiera es un pre-requisito, para dar doctrina. Tal vez animales con cerebro mayor puedan tener otras formas de aprendizaje independiente pero sigue siendo sorprendente la capacidad cognitiva de un animal de tamaño tan reducido.
La relación creada entre las hormigas puede definirse como la relación entre un profesor y un alumno. La hormiga es “profesora” si modifica su comportamiento en presencia de un observador, con algún tipo de propósito, para ofrecer ejemplo y ayudar al aprendizaje de la otra.
Un ejemplo de esta enseñanza puede verse cuando una hormiga que hace su rol como “profesor”, enseña al alumno el camino hacia la fuente de comida. El camino era lento y, de igual modo, suponía una relación mutua. La hormiga alumna tocaba a la profesora en las piernas o abdomen a través de su antena y ella modificaba su comportamiento de forma inmediata.
Esta actitud de enseñanza supone un mayor esfuerzo para la hormiga educadora ya que podría llegar mucho más rápido si no tuviera que mostrar el camino al resto.