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La Iglesia católica mexicana exhibe una campaña de odio en su contra. ¿Es justificable esta denuncia?
Algunos medios informativos nacionales dieron cuenta del reclamo de los obispos de México sobre la supuesta campaña de odio desatada en contra la Iglesia católica mexicana. ¿Es justificable esta denuncia? De una manera objetiva se afirma que las iglesias gozan de la protección legal por lo que no se puede decir que esta campaña venga desde el gobierno que implique un odio y supresión de la fe como en otros tiempos; sin embargo, la actividad de la Iglesia ha comprometido a feligreses y jerarquía, siendo amenazados por los señores de la droga y los grupos radicales de izquierda que han invadido espacios sagrados y han agredido la integridad personal de algunos prelados.
Los defensores del laicismo exacerbado han hecho uso de sus posiciones de representantes populares para lanzar acusaciones que, según ellos, han comprometido la laicidad del Estado mexicano. Este blog dio cuenta de la actividad legislativa de los integrantes del Partido de la Revolución Democrática, de Alternativa y de Convergencia al denunciar, a través de un punto de acuerdo, “la participación del titular del Ejecutivo al inaugurar el Encuentro Mundial de las Familias, e ir más allá de una mera cortesía de dar la bienvenida o inaugurar un acto religioso de ésta magnitud, ya que en este evento el titular del Ejecutivo fijó su posición respecto a la familia, la violencia y la desigualdad social, no como un jefe de Estado, sino a partir de los valores morales de una iglesia en la cual milita, al afirmar que los divorcios recogidos en la legislación civil propician la desintegración familiar y esto provoca la proliferación de individuos que recurren a la violencia, olvidando que son la falta de educación, el desempleo y los desequilibrios económicos que durante más de tres décadas han sumido a nuestro país en la pobreza”.
Esta reacción no es aislada y tiene antecedentes claros. La actual legislatura de la Cámara de Diputados quiso impulsar el establecimiento de la República laica como principio fundante del Estado mexicano negando la realidad de las iglesias y, más aún, de la cultura católica que moldeó en gran medida la identidad nacional.
Por otro lado, la actividad de los jerarcas también ha estado en la mira del crimen organizado. Esta persecución de sacerdotes ha sido reportada por el Consejo de Analistas Católicos en su sitio http://tiempodeanalisis.com/ Quizá los casos más identificados son los crímenes contra tres ministros en la arquidiócesis de México: “El 27 de febrero de 2006 fue asesinado el diácono Francisco Castrejón Aguado en su automóvil; las indagatorias se concentraron en la hipótesis la cual afirmó que una persona que acompañaba al futuro sacerdote en la noche del crimen lo habría asesinado en el interior del vehículo en el que viajaban sin que las autoridades reunieran pistas contundentes para resolver el homicidio.
Un año después, el 28 de julio de 2007 en la colonia san Rafael de la ciudad de México, el RP. Ricardo Junios Sander, OMI, fue asesinado en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de la II Vicaría. Un comunicado de los Caballeros de Colón, publicado en SIAME el 6 de agosto, manifestó la indignación de la Orden al describir la forma violenta y cruel en que fue victimado el religioso, por lo que no fue un crimen común. Un posible móvil del asesinato del oblato fue la venganza de los dueños de los giros negros que el religioso había denunciado por sus actividades sospechosas.
El 2 de mayo de 2008, otro crimen enlutó a la arquidiócesis con el homicidio del mercedario Julio César Mendoza Acuña quien fue torturado salvajemente y hallado moribundo en su parroquia hasta que dejó de existir en la unidad de emergencias al que fue trasladado en la colonia Balbuena. Los feligreses de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima declararían que “al parecer fue una persona de mucha confianza que se introdujo a su alcoba para poder cometer el delito... Al parecer fue así como un acto de venganza o de odio”. Los tres crímenes causaron la indignación de los fieles que conocieron y trabajaron con los clérigos”.
Finalmente, el último caso se dio el el sábado 13 de junio de 2009 cuando el P. Habacuc Hernández Benítez, de 39 años de edad, coordinador de la pastoral vocacional en la diócesis de Altamirano, Estado de Guerrero, y los jóvenes aspirantes al seminario Eduardo Oregón Benítez, de 19, y Silvestre González Cambrón, de 21, fueron asesinados cuando se dirigían a una reunión de pastoral vocacional en el municipio de Arcelia, en la región de Tierra Caliente del Estado
La actividad de la Iglesia ha comprometido a feligreses y jerarquía, siendo amenazados por los señores de la droga y los grupos radicales
De acuerdo a la información del Consejo de Analistas Católicos, proporcionada por Gustavo Antonio Rangel, “el ministerio sacerdotal se ha convertido en una labor de riesgo para algunas provincias eclesiásticas del país, destacando las que se encuentran en la región de la Sierra Caliente de Guerrero, Los altos de Chiapas; la zona mixe de Oaxaca; municipios Tarascos de Michoacán; región de Tephuanos y el Mezquital de Durango; capital de Coahuila; zona fronteriza de Chihuahua; región de los Mochis hasta Mazatlán, Sinaloa; el puerto de Veracruz y ciudad de Xalapa; capital de Aguascalientes, Jalisco e Hidalgo; el valle conurbado del estado de México y Distrito Federal”. Como se aprecia, algunas de estas regiones de México están dominadas por los cárteles de la droga que se sirven de la pobreza para el cultivo y tráfico de sustancias ilegales objeto de la lucha declarada del gobierno federal.
¿Y la jerarquía? Como en todo, hay representantes que han denunciado la pobreza, la difícil situación de seguridad y el laicismo radical que pretende sumir al catolicismo al rincón de las sacristías. El obispo de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en sus mensajes semanales, ha señalado esta “campaña” de los grupos laicistas; por otro lado, en su último mensaje del 19 de agosto, trata de impulsar la práctica de la justicia y de la solidaridad en estos tiempos de crisis.
La defensa de la dignidad de la persona siempre ha estado en la mente de los obispos. En una de las regiones difíciles de México, los prelados de Antequera-Oaxaca, José Luis Chávez Botello y Oscar A. Campos Contreras, en su mensaje semanal de 17 de agosto, han llamado a promover la defensa de la juventud haciendo hincapié en la dignidad de las mujeres ya que, como afirman, “nos conviene a todos defender y fortalecer la dignidad de toda persona pero sobre todo de las mujeres jóvenes dada la marginación, la falta de igualdad de oportunidades para superarse y hasta la violencia que por décadas han sufrido en Oaxaca. Estamos palpando frutos de graves errores sociales que hemos venido cometiendo por décadas en el campo de la educación, de la familia y de la política en relación a la mujer; vemos con tristeza en muchas jóvenes el rostro de la injusticia, del abuso y comercio sexual, el estrago de la drogadicción y algunas enroladas ya en el crimen organizado. Se nos impone a todos quitarnos la venda, deponer el orgullo y actuar ya con responsabilidad social”.
Sobre la corrupción y el narcotráfico, valdría la pena recordar el mensaje de cuaresma del 2009 del arzobispo Carlos Aguiar Retes, Presidente de la CEM, quien denunció estos males que se encuentran enraizados en el ser de México.
¿La Iglesia católica mexicana padece una campaña de odio? Creo que esta violencia que vive México se ha extendido a los hombres y mujeres de buena voluntad que quieren dar razón de su fe. Clérigos y laicos han sido objeto de escarnio, odio y burla tan sólo por ser congruentes con la conciencia que ha sido moldeada por la fe que se profesa. No hablo de fanatismos y de cruzadas para alentar la instauración de la religión de Estado que es lo que temen, infundadamente, los “guardianes de la laicidad”. Hoy, en estos tiempos de violencia y miedo, es mejor dejar a un lado los valores de la religión para que imperen el individualismo y el materialismo que atentan contra la dignidad de la persona. Es más conveniente al laicismo que existan los católicos de devoción que los católicos que interpelen y cuestionen al statu quo.
En el sitio del diario El Universal, un tal aarkerio comentó a la nota sobre la “campaña de odio” el 19 de agosto: “Para ser católico primero hay que ser tonto. Cuando una persona posee una mente madura abandona las religiones organizadas que son para gente que no fue a la escuela”.
No sé quién será más ignorante… y esa ignorancia de aarkerio es la que fomenta la intolerancia y el odio hacia la libertad de conciencia y religión, derechos humanos fundamentales, curiosamente los caballitos de batalla de los “supuestos defensores” de la laicidad del Estado. ¡Qué paradoja!
Es más conveniente al laicismo que existan los católicos de devoción que los católicos que interpelen el statu quo
Sursum Corda. El blog de Guillermo Gazanini