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La Orquesta Sinfónica de Buenos Aires interpretará el próximo 1 de abril en el Museo Pueyrredon, de la capital argentina, la pieza "Pedro y el lobo", del compositor ruso Sergéi Prokófiev, fallecido el 5 de marzo de 1953. Esto como parte de la tercera edición del Festival de Música Clásica titulado "El Camino del Santo", a efectuarse del 31 de marzo al 4 de abril. Prokófiev nació el 23 de abril de 1891 en Sontsovka, cerca de Ucrania, y ahí, desde temprana edad, reveló un precoz talento en el conservatorio de San Petersburgo y en sus clases con personalidades como Glier, Rimsky-Korsakov, Lyadov y Tcherepnin. Su debut como pianista en 1908 causó cierta sensación entre la sociedad rusa, que le obsequió la etiqueta de "enfant terrible" y le dio la imagen de joven ultramoderno e incomprensible, que él estuvo encantado de explorar. Prokófiev siguió atrayendo la atención de sus colegas y del público con sus obras para piano solo y los extravagantes conciertos para piano Núm. 1 y 2, para más tarde, en 1914, dejar el conservatorio y viajar a Londres, donde escuchó la música de su homónimo Stravinsky. A petición de Diaghilev, el "enfant terrible" escribió una partitura que fue rechazada, y que más tarde utilizaría en la llamada "Suite Escita". En tanto, su talento se expandía en distintas direcciones, hasta completar una ópera basada en la novela "El Jugador", de Fedor Dostoyevsky, en 1917. Dicha obra resultó en un estudio sobre la obsesión, muy lejano de la fantasía contenida en "El amor por tres naranjas", ópera casi contemporánea escrita dos años más tarde para Chicago, estrenada en 1921. Ninguna de estas partituras tuvo mucha relación con su "Sinfonía Clásica", una de sus obras más destacadas, concebida a la manera dieciochesca, junto con varias sonatas para piano y las más osadas "Visiones Fugitivas". Hacia 1920, Prokófiev se estableció en Francia, donde concibió la ópera "El Angel de Fuego", fábula intensa y simbolista sobre el bien y el mal, la cual se estrenó hasta después de su muerte. Tiempo después, el compositor produjo una partitura mucho más tranquila, el ballet "El hijo pródigo". No sería sino hasta la década de los 30 cuando su estilo musical dio un salto a lo barbárico y lo lírico, años en los que se reconcilió con la entonces Unión Soviética. De regreso en su país, Prokófiev recibió un encargo del ballet Bolshoi, "Romeo y Julieta", pieza estrenada en Brno (República Checa) en 1938 y en la que la agresión y el amor romántico fueron un catalizador de los divergentes impulsos del músico. En 1936, cuando el camino hacia el realismo socialista estaba en su curso más intenso, Prokófiev comenzó a explorar géneros como la canción, la música incidental, la cantata patriótica y la entretención infantil, que lo llevó a componer "Pedro y el Lobo". Aquellos años fueron un mal momento para la experimentación, pues "Semyon Kotko", su primera obra de tipo más ambicioso, la cual no fue bien recibida. El comienzo de la guerra fue también el de los requerimientos patrióticos, que arrojaron un ciclo de tres sonatas para piano, la Sinfonía Núm. 5, y la versión operística de "La Guerra y la Paz", de León Tolstoi, que le permitió desarrollar los dos extremos de su genio musical. En 1946 se retiró al campo y aunque siguió componiendo, sus últimas partituras son consideradas una suave oda a su producción. Prokófiev falleció el 5 de marzo de 1953 en Moscú, el mismo día que el dictador soviético José Stalin, cuando acababan de comenzar los ensayos para su ballet "La flor de piedra", obra que se llevaría a los escenarios un año después.