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Veremos en este artículo algunos libros existentes en la ciudad de Buenos Aires de 1810 a 1838. Desde la biblioteca del Dr. Mariano Moreno, hasta el comercio de libros en ese momento
Imagen: Calle de la Reconquista e Iglesia de San Francisco.
En la Calle De la Reconquista 72 estaba ubicada la “Librería Argentina”.
Dibujo aparecido en el libro de Woodbine Parish.
En el año 1830 llegó a la ciudad de Buenos Aires un viajero francés, era M. Arsené Ysabelle, que con cinco años después narró su viaje en un libro muy hermoso titulado “Voyage a Buenos Aires et a Porto-Alegre”, Havre Editor, 1835. Este libro en una de sus páginas se refiere a la biblioteca pública fundada por Mariano Moreno en 1810, y nos da estos dato: “Desde 1820 hasta 1828 se ha enriquecido sucesivamente con libros de historia, de jurisprudencia, de moral, de ciencias exactas y naturales, de literatura propiamente dicha y de gran cantidad de álbumes de viajes, de grabados de todas clase, etcéra. Ocupa actualmente cinco salas y el número de volúmenes alcanza a veinte mil, de los que son franceses más de la mitad”. Sin duda fue una biblioteca muy visitada por generación de pensadores nacionales la biblioteca de Mariano Moreno. Esto ya nos habla de la cantidad de libros existentes en esa época en el poblado de Buenos Aires.
El caudal de libros llegados desde Francia, se acrecentó en seguida desde la fecunda Revolución que destronó a los borbones en España. “Nadie hoy es capaz de hacerse una idea del sacudimiento moral que este suceso produjo en la juventud argentina que cursaba las aulas universitarias”, evocaría en la ancianidad uno de aquellos estudiantes, “No sé cómo produjo una entrada torrencial de libros y autores que no se había oído mencionar hasta entonces. Las obras de Cousin, de Villemain, de Quinet, Michelet, Jules Janin, Merimée, Nisard, etcétera, andaban en nuestras manos produciendo una novelería fantástica de ideas y de prédicas sobre escuelas y autores románticos, clásicos, eclécticos, sansimonianos. Nos arrebatábamos las obras de Victor Hugo, de Sainte-Beuve; las tragedias de Casimir Delavigne, los dramas de Dumas y de Víctor Ducange, George Sand, etcéra”.
Esta bella narración nos la dijo el historiador don Vicente Fidel López, en las páginas inesperadamente truncas de su autobiografía. El mismo doctor Fidel López nos ha revelado en aquel trozo involuntario, que se convirtieron en una galería hipóstila que avalora la pérdida del edificio sacrificado, la colaboración de un condiscípulo mecenas: Santiago Viola. Quien hizo venir desde la ciudad de París los famosos libros de la moderna literatura francesa, inglesa, en fin, Europea. Introdujo las colecciones completas de la “Revue Britannique”, y un número indeterminado y considerable de retratos litografiados de los autores en boga de ese momento, “la ausencia de España en esa invasión torrencial” era el índice de su aislamiento, por un lado y la apertura comercial que tuvo el Río de La Plata, se vió reflejado en el mundo de los libros y el libre pensamiento. De eso no quedan dudas.
Adquirió una celebridad con la generación romántica, la “Librería Argentina”
A partir de la década de 1820, se respira tanto en la ciudad de Buenos Aires, como en otras del interior, cierta tranquilidad, producto de la finalización de las guerras de independencia que permiten el desarrollo de actividades productivas, culturales y comerciales. Es así que muchos franceses e ingleses, se radicaron en Buenos Aires fundamentalmente. Algunos para dedicarse a las actividades comerciales, otros compraron estancias para criar ganado y dedicarse al negocio del agro entre otros. Acá entra el juego el comercio y el negocio de los libros. El cual durante el virreinato circulaba de forma clandestina.
El comercio del libro, y de los libros en general, adquirió una celebridad con la generación romántica, la “Librería Argentina” de don Marcos Sastre, quien compraba “toda clase de libros, sean nuevos o viejos, y en cualquier idioma que estén”, según decía en los anuncios de la época. De la importancia de sus estantes me habla en único de sus catálogos que conozco, acaso no hubo otro, correspondiente al mes de julio de 1835. Ofrece obras en español, francés, y latín; entre las primeras, muchas son traducciones de varios otros idiomas que por vez primera se imprimían al español.
No escasean los autores españoles, de distintos siglos: alternan el “Bernardo” de Balbuena, las “Cartas” de Santa Teresa, “Guzmán de Alfarache”, las obras del padre Las Casas, con la poesías de Garcilaso, de Lope, de Torres Villarroel, de Arriaza. En Prosa y verso está representado Quintana; Cadalso, “Cartas Marruecas”. La novela del padre Isla es vecina de la “Filosofía de la elocuencia”, de Capmany. Juntas se anuncian las fábulas de Iriarte y las de Samaniego, y en forma global las obras de Fray Luis de León, Cervantes, Moratín, Juan de Iriarte, Martínez de la Rosa. Además de las obras literarias, abundan las obras jurídicas, las políticas, las religiosas, las históricas, las didácticas. La “Opera Omnia"de Luis Vives figura en su edición de ocho volúmenes in-folio. Sin duda y seguramente fue como una embestida de la razón, y del iluminismo reflejado en papeles impresos, ver esta librería en ese contexto de transformación del pueblo de Buenos Aires, que dejaba un pasado semi-feudal, para entrar a un presente de la "razón”, de al menos una parte de la población de Buenos Aires.
La Librería Argentina, fue la célula del Salón Literario. Los asiduos visitantes y contertulios de su local primitivo, situado en la calle “De la Reconquista 72" se llamaban entre varios nombres que faltan en este listado, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Juan Thompson, Vicente Fidel López, Miguel Irigoyen, y la lista continuaría. Miremos que grandes pensadores de la patria han pasado por esa librería. ¿A quien no le gustaría viajar en el tiempo e ir a comprar algunos libros allí?
El dueño de este comercio era un bibliógrafo generoso, dicen las crónicas, un amigo desinteresado de los libros a pesar de vivir de ellos en su negocio de lance, participaba del revoloteo y el zumbido de aquellas abejas de su colmenar. Un día les habló de su madurado proyecto: Iba a trasladarse a un local más amplio; instalaría un salón semejante a los gabinetes de lectura semejantes a los que había en las principales ciudades europeas. El apoyo de su clientela culto, lo decidió a actuar por sus proyectos de expansión comercial y cultural. Apartó de los anaqueles decenas de libros rigurosamente escogidos, que llevó a dos habitaciones del nuevo local ubicado en la calle "De la Victoria 59”, libros que fueron catalogados como parte del plantel bibliográfico de la institución, luego anunció a la ciudad entera el acto inaugural. Pero algo en el destino de la ciudad de Buenos Aires, acabaría con este gran proyecto cultural, un personaje muy odiado por parte del mundo cultural argentino, el cual tiene sus fundamentos para no querer a Juan Manuel de Rosas. Pero ese es otro debate, continuemos con la vida de los libros en este período histórico.
Barrido por una ráfaga huracanada del recelo rosista, tanto el salón literario, como la “Librería Argentina” a mediados de enero de 1938, el períodico “La Gaceta Mercantil” avisó la subasta de sus libros. Basta reproducir la lista de los autores allí expuesta, en la que los españoles aparecen mezclados, con los de las lenguas, y con los autores de tiempos distintos, para darse una idea, de lo que el lector porteño tenía a su alcance: Fenelón, Montesquieu, Dupin, Iriarte, JOvellanos, Cuvier, La Harpe, Lerminier, Herder, Tocqueville, Lamennais, Blackstone, Bentham, Richerald, Wantel, Bello, Robertson, Alibert, Bonnet, Broussais, Cabanis, Spurzheim, Shakepeare, Dante, Petrarca, Ariosto, Boiardo, Saavedra, Luque, Isla, Laromiuuiere, Victor Hugo, Lamartine, Franklin, Saint-Pierre, Gioja, Montaigne, Constant, Gessner, Linneo, Mirbel, Lanjuinais, Siimondi, Gariclh, Smith, Sturm, Schosser, Ulloa, Bowles, Wistar, Young, Levergue, Erskine, Sheridan, Blair, Homero, Platón, Aristóteles, Fray Luis de León, Funes, Mohedanos, Marina, Maquiavelo, Lacundia, Adams, Trollope, Destut Tracy. A continuación en ese mismo períodico se daba una lista de “autores clásicos y otros” cuyas obras completas saldrían igualmente a remate: Cicerón, Séneca, Quintiliano, Plinio, Tácito, Tito Livio, Plauto, Terencio, Séneca, Veleyo Peterculo, Pomponio, Mela, Lucano, Valerio Máximo, Lucrecio, Aulio Gelio, Silio, Itálico, Aurelio Victor, Erasmo, Eutropio, Horacio, Quinto Cursio, Ovidio, Virgilio, Suetonio, Amiano, Floro, Julio Cesar, Marcelo Palingenio, Justino, Cornelio Nepote, Fedro, Marcial, Juvenal, Plinio, Además de todo este listado, se anunciaban novelas francesas y españolas.
En los mismos números de la “Gaceta Mercantil” donde se repitieron esas listas, la “librería de la Independencia”, ubicada en la calle “De los Representantes 60 (antes esta calle se denominaba Del Perú), llenaba un buen espacio con sus títulos de obras en francés y en español también. Pero un rematador anunciaba la venta de libros en lengua inglesa de historia, viajes, ciencias, novelas, y poesías. Pocos lustros de vida independiente había necesitado la ciudad de Buenos Aires, en donde vivió Mariano Moreno para convertirse en un amplio albergue del pensamiento escrito de la humanidad. Este pensamiento nacional, desde la librería de don Marcos Sastre, hasta la actualidad, llegó con altibajos hasta nuestros días, en donde las librerías ya casi no tienen forma física, sino que están en el mundo "de la web”. Pero el pensamiento nacional tampoco es nacional, dado que el nuevo concepto de globalización, ya destronó de los estantes al concepto “nacional” que esta en venta por el rematador del “comercio internacional”…
"fue una biblioteca muy visitada por generación de pensadores nacionales la biblioteca de Mariano Moreno"
Ulises Barreiro