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Mandrágora Teatro es aplaudido en la Plaza de San Fernando de Guanajuato por un nutrido público
rco de pobres para pobres, que alzan su raída carpa en las barriadas para anunciar su espectáculo a voz en cuello, y que, con todo el talento del mundo, son capaces de despertar el asombro, remover los resortes de la risa y provocar los más encendidos aplausos.
El Circo, traído desde Sinaloa, invitado de honor del 40º Festival Internacional Cervantino, fue presentado por el grupo La Mandrágora Teatro, que presentó aquí el espectáculo "El circo de los Hermanos Turulato", montaje que presenta las desesperadas peripecias de tres payasos, Roberta, Gumersindo y Úrsulo Turulato, para salvar una función.
Todo está listo para que "El Circo de los Hermanos Turulato" deje sin habla al público que se agolpa ante la taquilla, y que llena ya los palcos y lunetas. Se ha anunciado un fabuloso espectáculo de trapecistas con el quíntuple salto mortal sin red de protección; una batalla campal de elefantes contra tigres, gorilas que bailan rap y motociclistas suicidas.
Pero no hay nadie. Todos los artistas se han ido a León a comprar zapatos porque aquí sólo están Roberta, Gumersindo y Úrsulo, quienes ante el desastre, se lanzan al ruedo presentan peligrosos números con caballos salvajes, divertidos clowns, actos de magia como el de la armónica que suena a como sopla el público desde lejos, el domador del tigres, el comal encendido y que no los quema, las burbujas que nunca dejarán de fascinar a los niños, el director de orquesta, la suerte de los globos, y la magia de la trompeta que toca sola, y calla cuando la tapan.
La función concluye con la un baile de mambo entre los aplausos del público que celebra la magia del circo y la función que deja a todos satisfechos, por el entusiasmo que los artistas saben trasmitir al público.
La situación inicia complicada desde el inicio cuando Úrsulo se asoma desde las bambalinas para mirar que los demás artistas se han ido. Es entonces que los tres hermanos, liderados por Gumersindo, deciden salvar la función y ponen un ejemplo de profesionalismo y de amor al oficio.
Bajo la dirección del teatrista mochitense Ramón Briceño, La Mandrágora Teatro (2000), ha creado su propia estética tomando como punto de partida la búsqueda de nuevas formas de producción escénica, a través de la experimentación con distintos lenguajes y técnicas teatrales.