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La lucha contra el desperdicio de comida en el mundo.La Nevera Solidaria, una buena idea

14/03/2018 10:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

“En el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos cada año”, denuncia la Organización FAO. Mientras “870 millones de personas pasan hambre todos los días en el planeta tierra”, Según cifras oficiales cada europeo tira a la basura unos 179 kilos de comida al año,

Hay quien sistemáticamente tira al cubo de la basura los alimentos que se le han caducado. Pero antes de que lleguen al consumidor final, por el camino, ya se ha desechado  una cantidad importante de estos alimentos. En Europa, 89 millones de toneladas de alimentos van a parar a la basura. En el caso de España son 7, 7 millones de toneladas de alimentos al año, según el último informe del Parlamento Europeo. Es el sexto país europeo que más comida desecha. 

Cuando una fruta u hortaliza no cumple las normas estéticas y de calidad, pese a ser perfectamente comestible, se descarta en la cadena de distribución y casi seguro es que no llegue al consumidor. Esta es solo la punta del iceberg del desperdicio de alimentos que se produce, cada día, en todos los rincones del planeta. “En el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos cada año”, denuncia la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Con esta cifra se conmemoró en octubre pasado, el Día Mundial de la Alimentación. Una fecha señalada en el calendario que, lejos de ser motivo de celebración, debe servir para poner el foco personal sobre un problema mundial: el despilfarro de comida. Esta situación tiene estrechos vínculos con la precariedad alimentaria y ha sido denunciada por numerosos medios de comunicación, plataformas e instituciones internacionales. Gracias a ello y a muchos individuos solidarios e inquietos, ya se están poniendo en marcha muchas medidas paliativas. Sin embargo, se siguen malgastando toneladas de alimentos mientras “870 millones de personas pasan hambre todos los días en el mundo”, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación). De acuerdo a las cifras oficiales cada europeo tira a la basura unos 179 kilos de comida al año, cifras preocupantes si tenemos en cuenta la situación de crisis en la que se vive hoy. Por poner un ejemplo, “en las cooperativas de naranjas, un porcentaje realmente importante (entre un 20 y un 30%) se descarta para la distribución en el mercado, no porque están malas sino sobre todo que su aspecto  parece malo”, cita la plataforma Ciudadano 0, 0. 

El desperdicio de la comida es una problemática que ocurre a diario en casi todos los hogares españoles. Cada semana se desechan 25, 5 millones de kilos de alimentos, una cifra que supone el 4, 5% del total de los productos comprados, según los datos del primer Panel de cuantificación del desperdicio alimentario en hogares, según la plataforma 0, 0. Sin embargo, esta conducta no es igual a lo largo del año, ya que según este informe en primavera y verano los españoles desperdician un 9, 4% más que en otoño o invierno. Como resultado, en España se tiran al año 7, 7 millones de toneladas de alimentos, de los cuales 1, 36 millones de toneladas proceden de los hogares. Por otra parte, tal y como indica la Agencia Española de Consumo (Aecosan), los hogares son el eslabón de la cadena alimentaria que más desperdicia al año en la Unión Europea, un 42% del total de los productos aptos para consumo humano desechados. Le siguen los procesos de fabricación (39%), los servicios de restauración y catering (14%) y la distribución (5%). Pero, ¿cuál es el motivo de que se tire tanta comida a la basura? El olvido está detrás en la mayoría de los casos. Según un reciente estudio de la Asociación de Empresas de Gran Consumo (Aecoc), el 70% de los españoles desechan los alimentos porque no recuerdan que los tienen hasta que caducan o se estropean y huelen a podrido. Este informe indica que los hogares unipersonales son los que más comida desperdician, mientras que los de parejas con hijos desechan menos comida. Además, cuando la persona encargada de las compras trabaja fuera del hogar tienden a desperdiciar más que los hogares encabezados por parados y pensionistas. Este estudio pone de manifiesto que los consumidores más jóvenes son los que más productos tiran a la basura. Así, el 20% de las personas de entre 25 y 34 años afirma desechar "bastante" o "mucho", un porcentaje que se reduce a medida que aumenta la edad del consumidor hasta llegar a solo el 8% en el caso de aquellos que se encuentran en una franja de entre 55 y 65 años. Por comunidades, los habitantes de Andalucía (18%) y Canarias (17%) son las que tiran más alimentos a la basura. Según el estudio los porcentajes de población que desperdicia más comida son Madrid (13%) y la Comunidad Valenciana (11%). Las frutas y verduras (78%), el pan (59%) y las comidas preparadas (42%) encabezan la lista de los alimentos que más se desechan en el hogar, seguidos de las carnes, los lácteos y los pescados. 

España carece de regulación oficial en la España de M. Rajoy y ocupa el sexto país de la UE que más comida tira y pronto llegará a las 8 millones de toneladas aunque antes están el Reino Unido (14, 4 millones), Alemania (10, 3 millones), Holanda (9, 4 millones), Francia (9 millones), Polonia (8, 9 millones) e Italia (8, 8 millones), según la Comisión Europea. Pese a ello, en España, M.Rajoy no se ocupa de  problemas como crear una ley que regule el desperdicio de la comida. Claro que tampoco se ocupa de la brecha salarial, ni del paro, de las pensiones como no crea que vayan a influir en la cuestión electoral. Lo que priva en el partido del gobierno (PP) es la corrupción y de como robar, sin perder el poder y de tener a raya a Cataluña y a Euskadi. 

En este sentido, organizaciones de consumidores como la OCU reclaman al Gobierno "una regulación que frene de manera efectiva el desperdicio de comida" o que, como en Francia, obliguen a los supermercados a donar la comida sobrante cuando aún está en buen estado, o darle otros usos cuando ya no lo está. Por este motivo, han lanzado una campaña que lleva por lema "No Tires la Comida", y en la que pide el apoyo ciudadano para impulsar una ley en España que evite que la comida termine en la basura.

 

 

LA NEVERA SOLIDARIA

En Euskadi se ha inventado L Nevera Solidaiidaria, un proyecto en que no se trata de donar alimentos, sino de evitar el despilfarro.Su iniciador es Álvaro Saiz Ruiz, presidente y fundador de Galdakaoko Boluntarioen Gizarte Elkartea (GBGE), la Nevera instalada en la sede de GBGE, fue la primera que empezó a funcionar,   lleva en Galdakao desde el mes de abril de 2015, es decir, tres años La Nevera Solidaria nació en el País Vasco, en Galdakao (Bizkaya), pero el éxito ha sido tal que varias ciudades de España y una decena de países ya se ha inspirado en la iniciativa de Álvaro Saiz, su fundador. Su idea consiste en instalar un frigorífico en algún lugar ("normalmente en la calle, pero también en locales, como colegios mayores o comedores escolares") y dejar que la gente actúe. 

Por un lado, están los depositantes: personas, comercios, entidades u organizaciones ecologistas o humanitarias que faciliten el acceso o aportan alimentos al proyecto. Por otro, los receptores: quienes se proveen o aprovechan los alimentos que se encuentran dentro de la nevera. Con entera libertad. El aspecto habitual de la nevera de Galdakao es un misterio que requiere explicación. 

Todo surgió porque a este joven voluntario no le entraba en la cabeza que una conocida suya que aprovechaba los productos desechados por un supermercado tuviera que esperar a que los tiraran a la basura antes de poder recogerlos en el contenedor. "Yo vi cómo ella misma ayudaba a los encargados del supermercado a sacar las bolsas y a tirarlas y, una vez en el contenedor, ya podía llevárselas", cuenta.

Esto ocurre porque, hasta que los alimentos no llegan a la basura, el supermercado es responsable de lo que le pueda pasar al consumidor. Una vez en el contenedor, es el usuario quien se responsabiliza. Álvaro Saiz no no podía soportar esto, pero detrás hay una legislación del gobierno que impone el sistema, decidió unirse a un abogado para dar con la solución. Y la encontró en La Nevera Solidaria. 

Cada día se vacía automáticamente.

Lo que diferencia a esta iniciativa de otras parecidas es que La Nevera Solidaria necesita una buena base legal, según el fundador, hasta el punto de que la tienen que respaldar organismos como la Universidad del País Vasco, la Universidad de Deusto y la Agencia de Salud Pública de Cataluña y colaboran con ella la Escuela de Hostelería de Leioa y la consultoría en calidad y seguridad alimentaria Hazia. Su argumento práctico respecto la ley vigente española es: "Si no se vigila lo que se saca de los contenedores de la calle, que son lugares sucios y antihigiénicos, ¿por qué se va a prohibir algo que está limpio y refrigerado?", plantea Álvaro. 

El joven cuenta que apenas dan abasto a contestar todas las solicitudes que reciben para insrtalar neveras .  Lo asemeja a una "franquicia", "pero gratuita", especifica. Aunque el proceso de instalación requiere un tiempo, actualmente  hay un sinfín número de nueve neveras solidarias, que funcionan a pleno rendimiento. "Hay días que no cabe todo lo que la gente trae", dice. Lo que no cambia es que cada día "se vacía automáticamente", asegura, e insiste en que "jamás ha habido un problema".Y ahí no hay machismo: la gente que acude a la nevera guarda el respeto al sexo, a la edad, a las necesides más apremiantes. La igualdad entre hombre y mujer simplemente algo y natural y sobre todo humanitario. 

El fundador calcula que cada nevera recupera al mes unos 300 kilos de alimentos que, de lo contrario, habrían acabado en la basura. Y recalca: "No nos importa quién coja la comida; de hecho, la mayoría no son personas en riesgo de exclusión". Él mismo reconoce que ha comido con sus amigos de la nevera. "Imagínate si les dices a un par de jóvenes que tienen la cena gratis y que con eso pueden ahorrarse seis o siete euros para calimocho", comenta entre risas. 

La única ley es la ley del Buen Samaritano. No hay fiscales o controladres de alguna organizacion estatal o política.

Los tres años que lleva funcionando La Nevera, hubo un caso que llamó especialmente la atención de Álvaro Saiz. Un día, un distribuidor bilbaíno le llamó para llevarles dos toneladas de latas de fruta en conserva "en perfecto estado". Cuando Álvaro le sugirió que lo donase a un banco de alimentos, que suelen tener más alcance y capacidad, el empresario le contestó que ya lo había intentado y que habían rechazado las latas por no estar etiquetadas.

De nuevo, esto sucede por la ley de responsabilidad civil que concierne a los donantes. Por eso, Álvaro aclara: "Lo que nosotros hacemos no es donar, sino recuperar"; si los productos están "en situación de abandono", entonces no tienen dueño ni responsable.

 El crecimiento que ha experimentado la red de neveras, es enorme y la cantidad de gente que se muestra interesada en instalar neveras, la cantidad de reportajes que se están haciendo muy positivos para su expansión.

No ha habido ningún problema ni de vandalismo ni de problemas con alimentos en mal estado. En cuanto a que algunas personas se llevan gran parte de la comida que se encuentra depositada en la nevera, si no toda, es lo mejor que  puede pasar, pues de no ser así, en un par de días habría que retirarla y acabaría en la basura.

Al principio, como todo el mundo, Alvaro tenía sus temores ante algo que aún era desconocido, que aún no se había llevado a la práctica, pero las cosas salieran bien. Participando en la iniciativa de la Nevera Solidaria o en  actividades paralelas a ella que surgen, crece más la inquietud por todo lo relacionado con la recuperación de alimentos, la difusión de la problemática del despilfarro de comida, etc… La idea es ir tejiendo  redes que hacen que los proyectos cobren fuerza que la gente de a pie se concience que es pecado desperdiciar comida.

Ampliar la red.. incluye la capacidad de recoger de alimentos, es decir, no solo hay que hacer pública la promoción para que la gente deje alimentos en la nevera, sino-repetimos- para que las personas vengan a recogerla. Es necesario hacer llegar la idea de que la nevera está ahí para todos los inquietos. 

 La nevera instalada en L’Ateneu de Barcelona ha estado prácticamente inundada de alimentos, pues le llegaban cajas y cajas de frutas y verduras, por lo que lo que ahora le toca hacer un trabajo de concienciación en cuanto a que es necesario llevarse esa comida, hay que recogerla, utilizarla… Hay muchísimo producto de huerta, natural, de producción ecológica, de personas que tienen su huerta como un hobby y después  casino saben qué hacer con los productos. 

La situación sería diferente con una ley del Buen Samaritano , vigente en países como México o Italia, que eximen de responsabilidad al donante, evitando que se se vea perjudicado legalmente si alguien tiene problemas con algún alimento donado de buena fe.

Cambiar a ley resulta imposble, aunque no hay nada imposible. De momento, existe unapetición en Change.org para que los supermercados donen la omida que les sobra  y una red de nevers solidarias en expansión para dar una segunda oportunidad a los productos que habrían terminado en la basura. 

¿ En la web de La Nevera Solidaria se explica cómo instalar una: hay que elegir entre local o vía pública, solicitar una licencia de ocupación, adaptarse a los requisitos de uso y seguridad y cumplir ciertas normas sanitarias.

  • También existe la posibilidad de donar una nevera rellenando un sencillo formulario.
  • Además, La Nevera Solidaria ha iniciado una petición en Change.org en el hashtag #lacomida NO es basura” para promover este proyecto y dar un fin digno a los alimentos. 

 

Tecnología como herramienta para reducir el desperdicio. El problema del despilfarro de los alimentos ha dado lugar en otros países europeos a iniciativas como la alemana foodsharing.de, un sistema de recogida de excedentes que pone en contacto a personas interesadas en rescatar "alimentos en un estado no vendible" o La Nevera Solidaria de Euskadi. En el Reino Unido, las emprendedoras Tessa Cook y Saasha Celestial-One también han apostado por la tecnología para lograr reducir estos desechos con la creación de una app gratuita llamada Olio, que conecta a vecinos con negocios locales para intercambiar o vender remanentes de alimentos y buscar ser una "revolución en el intercambio de comida". Esta aplicación, lanzada en enero, acumula unas 50.000 descargas y ha logrado realizar 250.000 transacciones, señala la BBC. Cómo evitar el despilfarro de alimentos La planificación es la clave. Desde la OCU proponen una serie de consejos para desechar la menor cantidad posible de alimentos y aprender a rentabilizar lo que se compra, a la hora de hacer la compra. Lo más recomendable es hacer en casa una lista y comprobar qué productos tenemos y nos faltan. 

Frente a la falta de una ley oficial contra el despilfarro, se impone una ley de conciencia individual "NO tires comida, alguien la necesita"

Entre los datos que publica el informe del Parlamento Europeo aparecen por este orden primero Alemania y le siguen Holanda, Francia, Polonia e Italia. Por ejemplo los holandeses tiran 9, 4 millones de toneladas al año y los franceses 9 millones  por encima de España, y en la cumbre del desperdicio europeo se sitúa Alemania, con 10, 3 millones de toneladas anuales. Aunque teniendo en cuenta que la población germana casi duplica a la española (80 millones de habitantes, frente a unos 47), no son datos de los que España deba estar orgullosa y menos los que le preceden en la lista de la FAO. Esto se traduce en que se desecha el 18% de lo que se compra para el  alimento diario. Lo preocupante es que casi la mitad de estos alimentos (45%) no tendrían por qué acabar en la basura si se hubieran gestionado mejor. Esta realidad contrasta con la otra cara de la moneda: los tres millones de personas que viven en situación de pobreza severa, como denuncia Cáritas Española. 

 

La caducidad y el consumo preferente 

 Un punto importante-y volvemos hacia atrás porque es necesario- es ver  la fecha de caducidad de los alimentos. Para evitar comprar más de lo que necesitamos la clave está en hacer un menú semanal y comprar en función de lo que vayamos a preparar, especialmente productos frescos como carnes, pescados, frutas y verduras. Otra de las recomendaciones, especialmente al hacer la compra en grandes hipermercados, es no caer en la tentación de las grandes ofertas de la TV como 3x2 o uno gratis, ya que no siempre se ahorra al no lograr consumirlo todo antes de que se estropee. En casa. Conviene tener la nevera y despensas bien organizadas y revisarlas para buscar soluciones a la comida que aún no se vaya a comer y que pueda estropearse. Por ejemplo, se puede congelar el pescado fresco, el pan de molde, el jamón cocido o el salmón ahumado. También se puede cocinar algo ya  descongelado y volver a congelarlo en porciones acordes a lo que vayamos a consumir sin que afecte a la textura o seguridad del alimento. Eso sí, una vez descongelados estos productos hay que consumirlos en menos de 24 horas. Para alargar la vida útil de carnes o pescados otra opción es adobarlas. Por otro lado, hay que tener en cuenta qué alimentos aguantan más en la nevera y cuáles no. Por ejemplo, el pan se estropea antes si se refrigera. Fecha de caducidad y de consumo preferente. Según el estudio de Aecoc, un 9% de los españoles cree que una vez pasada la fecha de consumo preferente ya no es seguro consumir el producto y el 5% termina desechándolo. No obstante, hay que diferenciar entre ambos términos: la fecha de caducidad la llevan los productos muy perecederos y con riesgo microbiológico —carnes y pescados frescos— y una vez pasada esa fecha no deben consumirse. 

Según este mismo informe, un 20% de los alimentos que se tiran se debe por las dudas en relación con la fecha de caducidad. En los productos envasados aparece una fecha y suele darse por hecho que traspasada esta fecha es mejor deshacerse del producto. Pero no siempre esta indica que el alimento ha caducado. Y en caso de que así sea, ¿hasta qué punto es realmente peligroso tomar comida caducada? Para unos expertos es necesario seguir estrictamente las indicaciones de caducidad de los alimentos, mientras que otros matizan el significado de las fechas que aparecen en los alimentos.

Por tipos de alimentos, los que más se desperdician en los hogares españoles son el pan y los cereales (20%); la fruta y las verduras (17%); los lácteos, pasta, arroz y legumbres (13%); las bebidas (7%); las carnes y comidas preparadas (6%); los embutidos, snacks y alimentos en conserva (4%); y en último lugar, los pescados, mariscos y huevos (3%). Pero el despilfarro alimentario no es igual en todo el mundo. Los alimentos perecederos como la fruta puede aprovecharse para una macedonia o un batido, mientras que con las verduras se puede hacer un puré con aquellas partes que no tengan moho o estén podridas. El pan, otro de los alimentos que más desperdician los españoles, se puede aprovechar para hacer pan rallado o torrijas, pudin, migas, picatostes. Algo similar se puede hacer con la bollería que se ha quedado seca al emplearla como base para tartas o pudin. En la web de la OCU ofrecen una guía para aprender a cocinar con sobras, muy útil para coger ideas. Otra opción para aprovechar los residuos orgánicos, solo apta para aquellos que tengan un jardín, es hacer compost para abonar las plantas o el césped.

El consumidor puede confundir la fecha de caducidad con otra indicación, la de fecha de consumo preferente. “Esta etiqueta se refiere más al hecho de que, tras la fecha indicada, las propiedades nutricionales y organolépticas de ese alimento no son las mismas. Puede perder sabor, textura, color... pero no hay un peligro inminente de seguridad alimentaria siempre que se cumplan las condiciones de conservación”-dicen los especialistas en nutrición., “En principio, ingerir el alimento puede no implicar ningún riesgo sanitario. Lo que pasa es que, a partir de la fecha de consumo preferente, puede que algunas características sensoriales del alimento se vean afectadas, como el aroma, el color o el olor. Pero a priori no va a resultar dañina su ingestión”. El Centro de Información de la Conserva Enlatada aclara que la fecha del consumo preferente “es, simplemente, un periodo de tiempo (cuatro, cinco años) durante el que se estima que la conserva debe haber cubierto normalmente el ciclo de comercialización y en la que el fabricante se asegura que tanto su olor, sabor y textura está en su estado más óptimo, pero sin que ello signifique que su consumo posterior tenga ningún efecto negativo desde el punto de vista sanitario o, incluso, sobre la textura o el sabor del producto contenido”.La fecha de consumo preferente se aplica a productos mucho más duraderos y que son estables, que una vez pasada la fecha pueden perder parte de sus propiedades, pero no presentan un riesgo microbiológico, sostienen desde la OCU. 

Jonathan Maitland, un periodista británico, quiso llamar la atención hace cuatro años sobre la cantidad de comida que se tira en cuanto el alimento supera la fecha de caducidad. Así que, ni corto ni perezoso, este hombre quiso probar qué sucedía si tomaba alimentos caducados durante catorce días para horror de su pareja que temía por los trastornos o enfermedades que pudiera sufrir Jonathan. El primer día empezó con alimentos que sólo superaban un día su fecha de caducidad. Pero su reto era ir aumentando los días caducados de la comida que consumía en la medida que su pequeño experimento iba avanzando. Pasó de tomar huevos que ya estaban caducados por un día, hasta un tazón de cereales Kellogg que ya llevaban tres meses caducados, pasando por carne picada caducada hacía siete días y cuyo aspecto había cambiado de rojo intenso a gris. También tomó verduras envasadas, panes, humus y todo lo que caía en sus manos.

Este periodista salió bien parado. Por no tener ni tuvo retortijones ni molestia alguna. Durante el experimento conoció personas que se alimentaban exclusivamente de la comida que se tira por superar la fecha de caducidad y empleados de grandes cadenas de supermercados que tampoco tenían reparos en consumir estos alimentos. Tanto se sorprendió del resultado de su experiencia, y temiendo que muchas otras personas pudieran imitarle pero con consecuencias para la salud, que decidió advertir posteriormente que desaconsejaba pasar por alto la fecha de caducidad a niños, mujeres embarazadas, personas mayores o quienes estén convalecientes o enfermos.

 

La Food Standards Agency del Reino Unido (no tiene equivalente en ninguna agencia española que vele por la seguridad alimentaria) también quiso pronunciarse ante la hazaña de Jonathan Maitland y su portavoz describió la experiencia como muy arriesgada. “Es posible que le haya ido bien tras consumir estos productos caducados, pero otras personas podrían haber enfermado gravemente. No somos niñeras de las personas. Nuestros consejos sobre las fechas de caducidad son sólo eso: consejos. Pero se trata de consejos sustentados por estudios avalados por varios grupos de científicos. Un experimento científico llevado a cabo por una sola persona es poco probable que sea representativo de la población en su conjunto”.

 

LA FAO DE LAS NACIONES UNIDAS 

Así, la FAO diferencia entre pérdida y desperdicio. “Las pérdidas se dan en países del Tercer Mundo, en el inicio de la cadena de suministro, debido a las limitaciones financieras y estructurales durante la recolección, transporte y almacenamiento”, explica la organización. Mientras que “el desperdicio se da en las regiones de ingresos medios y altos, a nivel de venta minorista y del consumidor”. También existen diferencias en cuanto al consumo: “Europa y Norteamérica tienen un desperdicio per cápita de 95 a 115 kilogramos anuales, mientras que África Subsahariana, Asia meridional y el Sudeste asiático tiran solamente entre 6 y 11 kilogramos por persona”, puntualizan las FAO. Por ejemplo, aunque el volumen de desperdicio de carne en el mundo es relativamente bajo, el 80% del total de este malgasto se da en los países de occidentales y algunas capitales de Latinoamérica. Ciertos hábitos, que se practican de forma rutinaria en la vida doméstica, tienen una relación directa con el desperdicio de comida, pues, también según la FAO, “un tercio de los alimentos a nivel global se pierden debido a prácticas inadecuadas de los consumidores”. No debemos olvidar que las iniciativas en materia de desperdicio como  las fechas de caducidad, son las que existen para salvaguardar la seguridad de la salud personal y la alimentaria de los productos de cara al consumidor, sostienen

Los nutricionistas. “Los altísimos niveles de seguridad alimentaria que se han logrado y fijado en Europa se consideran un logro de nuestro sistema productivo y de la actividad de control de algunas autoridades del continente”, asegura. Sin embargo, tanto desde el Parlamento Europeo como desde la FAO explican que en los hogares se producen tres tipos de residuos alimentarios de forma continua, que no siempre atienden a esas fechas de caducidad. Los dividen en tres categorías: desechos evitables (productos que, estando en perfecto estado, se eliminan por aspecto poco comercial o vendible); desechos potencialmente evitables (aquellos alimentos que, a pesar de ser comestibles, hay personas que los consumen y otras no) y desechos inevitables (los que no son comestibles en circunstancias normales). 

Ante esta situación del mucho, lo suficiente y el nada, había que tomar medidas, al menos cada cual en su entorno y la FAO. Allí se exponen una serie de objetivos a cumplir para el 31 de diciembre de 2018, entre ellos: “Fomentar el buen uso de los recursos naturales, informar bien al consumidor para no malgastar alimentos o colaborar con asociaciones de consumidores”. Ahora hay que ver si se concretan y se cumplen. Casi todos los países europeos están empeñados en adoptar medidas que disminuyan el crecimiento de los desperdicios año a año. En mayo se filtró, tras un Consejo de Agricultura y Pesca, que la UE baraja suavizar la obligatoriedad de indicar fechas de caducidad tan estrictas, sobre todo en alimentos que pierden propiedades pero no son peligrosos para la salud. Así, al igual que la sal o el vino, otros productos podrían comercializarse sin  la etiqueta de fecha de consumo. En la cadena del desperdicio, las grandes superficies y distribuidoras juegan un importante papel : ellos eligen qué alimentos se ponen en venta tales como empresas como Mercadona, Día, Consum, Calidad Pascual o Danone trabajan en colaboración para reducir el desperdicio de alimentos”. El papel que juegan los Bancos de alimentos resulta fundamental en el aprovechamiento de alimentos descartados. En España ocupa “el primer lugar en Europa en actividad de bancos de alimentos: 54 bancos en el país mueven millones de kilos al año”, que el pasado año habían repartido 120 millones de kilos de alimentos y ayudado a 1, 5 millones de personas”, confirma en una entrevista a nuestra web.

BANCOS DE ALIMENTOS

Cuando los productos alimentarios superan las fechas que constan en sus envases, se retiran del circuito comercial. Aun así, el Banc dels Aliments lleva más de dos años aplicando un programa de mediación entre cadenas de supermercados y entidades sociales que actúa en los barrios, en los que recuperan los alimentos que han salido del circuito comercial para ofrecerlos a las familias más necesitadas. ¿No entraña un peligro para su salud? Antoni Sansalvadó, presidente del Banc dels Aliments, recuerda que en los últimos meses han captado 40.000 kilos de estos alimentos retirados de la venta pública por superar las fechas que constan en el etiquetado y que están en perfectas condiciones para el consumo. Los expertos aclaran que existen, aparte de lo antedicho y ciñendos mucho, hay dos tipos de fechas y que según el real decreto 1334/1999 no pueden utilizarse ambas en un mismo producto.Lo hemos dicho antes: la fecha de caducidad y la de consumo preferente. En este último caso, la fecha no implica que el alimento ya no pueda consumirse, sino que garantiza toda su calidad al consumidor. En cambio, la fecha de caducidad lo que garantiza es el buen estado del producto.

 

CARITAS

Por su parte, “Cáritas, no tiene un programa confederal de distribución de productos, como los bancos de alimentos, sino que su organización se basa en acuerdos a nivel local”, indican los responsables del área de Comunicación de Cáritas. La gente que está en situación de pobreza severa en España llega a los tres millones de personas, según Cáritas. “Ahora que las empresas están concienciadas con su responsabilidad social corporativa, queremos que colaboren con nosotros”, declara Caritas. Muchas empresas siguen sin colaborar.. Tampoco tienen una obligatoriedad real de donaciones. Por ello, Caritas insiste en que “es importante que las instituciones, inciten a esas empresas a comprometerse a donar lo que no vayan a utilizar”. Porque  la legislación del gobierno de M. Rajoy no se ocupa  de nimiedades. Los ciudadanos conscientes de los problemas de problemas de pobreza y precariedad tratan de trabajar desde la base del problema, que es la educación y la concienciación. Pero también pretenden extender la práctica de recogida de alimentos en los supermercados a toda España. Actualmente, las consecuencias económicas directas del desperdicio de alimentos, sin contar pescado y marisco, alcanzan los 750.000 millones de dólares (578.700 millones de euros). Este despilfarro, además del gran coste económico, causa un grave daño al medio ambiente. “Los alimentos que producimos y que luego no comemos consumen un volumen de agua equivalente al caudal anual del río Volga (el más largo y caudaloso de Europa) y son responsables del vertido de 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera”, advierte la FAO. El futuro no es alentador. “En el año 2050 se estima que la producción mundial de alimentos deberá incrementarse en un 70% para abastecer el aumento previsto de la población, de 7.000 a 9.000 millones de habitantes”, avisa la FAO. Esta previsión tiene una relación directa con el desperdicio: si logramos reducir y reutilizar los alimentos, habremos conseguido solucionar la mitad del problema del abastecimiento.  Algunas organizaciones e instituciones de la cadena agroalimentaria tienen propuestas para hacer un esfuerzo extra para aplicarlo en un futuro cercano a una lista de propósitos a cumplir para 2020, como “alimentar a una población creciente en un entorno de escasez de recursos, gestionar el agua de forma sostenible, mejorar de la eficiencia de procesos, mitigar el cambio climático o minimizar el impacto ambiental de los envases”. Por ello, el despilfarro de bienes no solo representa una oportunidad perdida de alimentar a la población mundial hambrienta siempre en aumento, sino que, en el actual contexto de crisis económica y de incremento de pobreza, la reducción de este desperdicio alimentario sería un primer paso muy importante para combatir el hambre y mejorar el nivel de nutrición de las poblaciones más desfavorecidas.. 

Alternativas para aprovechar los alimentos Food Sharing es un grupo de trabajo cuyo objetivo es servir de plataforma para combatir el despilfarro alimentario. Se trata de un espacio abierto a la participación ciudadana que rescata excedentes alimentarios, los comparte, y ayuda a distribuirlos allá donde se necesiten. Los antecedentes de esta plataforma están en Cena Freegan y en Comida Basura, colectivos de activistas que organizaban protestas contra el derroche de alimentos; los rescataban de los cubos de basura y los cocinaban en cenas populares con el objetivo de visibilizar cómo, por razones económicas, los comercios desechan alimentos en perfecto estado. Otro ejemplo es la plataforma Ciudadano 0, 0 ‘La comida no se tira’, de la empresa Mahou-San Miguel, que también pretende promover un mejor aprovechamiento de los alimentos a través de Filosofía Nolotiro y Recetas Nolotiro, donde explican trucos y consejos para una utilización óptima de los recursos alimentarios. 

TOXICIDAD NTURAL, LAS LECITINAS

 Hay sustancias tóxicas que forman parte del alimento. Es lo que se llama toxicidad natural. Uno de los ejemplos que pone son las lectinas, un compuesto potencialmente tóxico. La ciguatera es un tipo de intoxicación producida por el consumo de peces que contienen ciguatoxina. 

Y con los pescados y mariscos puede suceder lo mismo. Hay que tener cuidado y no confundir la solidaridad con el consumo de “esa otra y auténtica comida basura”. Por ejemplo,   para que se produzca una intoxicación es necesario que el pez haya acumulado la toxina en suficiente cantidad. “Se trata de especies grandes, depredadoras, que han ido acumulando toxina aportada por otras especies herbívoras, propias de los arrecifes de coral”, según se recoge en un informe de la dirección general de Salud Pública del servicio canario de la salud del Gobierno de Canarias. A nivel mundial se producen unos 50.000 casos por año, principalmente en zonas donde es común el consumo de peces de arrecife: Australia, el Caribe, sur de Florida y el Pacífico meridional. En Europa se han descrito casos relacionados con viajes a países caribeños o con el consumo de peces exóticos en restaurantes étnicos 

Sin llegar a estos extremos, ¿quién no ha tomado productos lácteos caducados? Un restaurador que prefiere permanecer en el anonimato confiesa que la leche se puede tomar hasta dos meses después de la fecha de consumo sin ningún riesgo. En el caso de que esté estropeada, el olor ayudará a tomar la decisión de desecharla.

En cualquier caso, para evitar despilfarros y no tirar tanta comida aconseja planificar la compra al mínimo. Y comparte algunas claves prácticas, como no hacer la compra antes de la hora de comer porque la tendencia es llevarse mucho más de lo necesario. También comenta que una vez en casa, poner los productos más antiguos en la parte delantera de los armarios y de la nevera, para evitar descubrir una lata perdida en el fondo con la fecha sobrepasada, por ejemplo. Tampoco está mal de cuando en cuando preparar un menú a partir de los alimentos que ya les falta poco por caducar, antes de que se pasen de la fecha. Y en el caso de que sobre comida una vez cocinada, se puede congelar para utilizarla en una próxima ocasión. Mejor hacer porciones individuales para consumir según necesidades.

En Euskadi hay mucha inquietud por el problema del depilfarro en la comida. La segunda edición del concurso de vídeo “Tu comida no es un residuo” ha sensibilizado a los estudiantes vascos sobre este problema. Sensibilizar a los más jóvenes sobre la necesidad de reducir al máximo los alimentos que se tiran y crear conciencia sobre este problema es una tarea urgente. 

 Dentro de la Semana Europea de la Prevención de Residuos, una iniciativa promovida por la Comisión Europea que pretende concienciar a ciudadanía, empresas y administraciones sobre el exceso de residuos que generamos, Euskadi ocupó un lugar destacado.

El tema central fue el impacto ambiental de los biorresiduos, o residuos procedentes de comida o alimentos desechados. El problema es que esto no sólo genera la pérdida del alimento que no se consume, sino de los costes ambientales, sociales y económicos invertidos en su producción. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la producción alimentaria global ocupa el 25% de la superficie habitable de la tierra, ocasiona un 70% del consumo de agua, causa el 80% de la deforestación del planeta y genera un 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, la producción alimentaria mundial es una de las actividades que más afectan a la pérdida de biodiversidad y a las alteraciones en el uso del suelo.

Fue con el fin de alertar sobre esta situación, el Órgano de Coordinación de Residuos Urbanos, entidad conformada por el Gobierno Vasco y las tres Diputaciones Forales, se convocó la segunda edición del concurso de vídeo “Tu comida no es un residuo”, dirigido a jóvenes de entre 12 y 18 años que estuvieran cursando estudios de ESO, Bachiller o FP en cualquier centro educativo de la Comunidad Vasca. Fu un éxito total. 

ABONO

Y, en cualquier caso, las sobras siempre pueden utilizarse como compost para abonar. En Japón es una práctica que va cobrando fuerza desde hace algo más de cuatro años y cultivan alimentos frescos con abono procedente de las sobras de comida. Aunque hay quienes la consideran poco higiénica, sus promotores explican que es una opción ecológica y sostenible. La empresa se llama Agri Gaia System y se dedica a convertir en abono las sobras de comida y los alimentos caducados de más de mil establecimientos japoneses. Una parte de los residuos los utilizan para fabricar pienso para animales, sobre todo para cerdos y gallinas, y con lo que sobra, se fabrica fertilizante para campos de cultivo. En cualquier caso, mejor intentar comprar lo justo para que la comida no se nos pase.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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