El despertar de la carne

El fuerte sonido de los tacones se perdìa en el bullicio dominical, sin embargo, sus curvas redondas y apretadas en su vestido negro querían hacer estallar a las costuras, cuyos hilos amenazaban con reventar en cualquier momento.

Y no es que estuviera excedida de peso, para nada, muy al contrario, sus redondeces correspondían a su tamaño y ”ella” lo sabìa muy bien.

Las nubes con su lluvia también amenazaban con caer y deslizarse sobre su piel, querían acariciarla y empaparla, querían ser partìcipes de la lujuria que destilaba con su andar felino, como una pantera en celo en esta jungla de concreto, asì se deslizaba y su figura se distinguía en la abigarrada multitud que caminaba por la avenida Tulum.

Consciente de la lujuria de la lluvia se protegía con un paraguas negro que le daba ese toque de viuda negra que acaba de enterrar a su amado y sin embargo ya esta dispuesta a sustituirlo, “el muerto al pozo y el vivo al … pozo también” daba a entender.

Y es que aparte de protegerse de la lluvia, la insinuación, invitación o reto saltaba a propósito en su par de pechos generosos, entre ellos estaba la ‘palabra mágica, “salud” esa que los borrachos mencionan cuando están medio sobrios cada que beben un trago a la cerveza, vaso o copa, y es que el latex estaba precisamente entre esas dos copas.

Los pìcaros ojos descubrieron la invitación y contemplaron a màs no poder el sinuoso cuerpo, fueron seis ojos que acariciaron, desnudaron y violaron prácticamente la intimidad del cuerpo a todas luces femenino que se encontraba frente a ellos, entre los tres sumaban la edad del ejemplar ataviado en vestido negro frente a ellos.

Recordando aquella frase de “los tres alegres compadres”, el trìo de pubertos gozò, se extasiò y cumplió sus anhelos infantiles en su trance a la adolescencia, solo ellos saben la forma en que mancillaron las redondeces femeninas una y otra vez en sus mentes.

Los pícaros ojos descubrieron la invitacion.

Estaban pues, embriagados de sexo y lo manifestaron, uno de ellos inflò un condón mientras los otros dos lo veian divertidos, en el extasis total, le dio forma de cilindro en un extremo y lo frotò con la esperanza de ser visto y atraer la atención de la “bella” que estaba frente a el,

No fue ignorado, sin embargo tampoco recibió alguna mirada cómplice y mucho menos alguna sonrisa forzada, estaba tierno pues y todavía no tenía ni el cuerpo ni la edad reglamentaria para convertirse en el cinturita en turno.

Los tres sabían que “ella” no era Ella, sin embargo aun asì desesperaban por ser el blanco de la mirada coqueta que se perdia en el infinito, como buscando a alguien mas con la edad necesaria y el cuerpo que satisfaciera esos deseos propios de la mujer.

La marcha había terminado minutos antes y los tres alegres infantes se quedaron ahí, esperando a crecer para ver si el próximo 28 de junio, eran tomados en cuenta por alguna de las transexuales que vistiendo sus vestido provocadores habian exhibido sus cuerpos sin el temor de ser detenidas en la via publica por faltas a la moral y las buenas costumbres.

Ellas regresaron a su triste realidad, a vivir encerradas en esos cuerpos que no pidieron y que poco a poco han ido transformados, ellos, los tres mozalbetes habrán visto crecer sus bíceps en una sola noche, con base en el esfuerzo extremo realizado en la oscuridad de sus casas para calmar esa hormona que se les desatò un domingo lluvioso que para ellos fue muy caluroso.