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Por mucho que las feministas radicales se empeñen, una mujer jamás podrá ser como un hombre y viceversa
Me encantaban los madelman de mi primo. Pasábamos largas horas por los suelos de aquel largo pasillo viviendo las más fabulosas de las aventuras. Pero muchas veces al final de la historia, siempre "casábamos" a algún intrépido aventurero con alguna muñeca de turno. Éramos tres, inseparables, mi primo Paco, mi prima Cármen y yo. Solo nos separaban uno o dos años. Todos los juguetes estaban a disposición de los tres y nadie nos ponía vetos sexuales de qué juguetes podiamos utilizar o no, aunque instintivamente los juegos de los chicos siempre eran más brutos y nosotras nos encargábamos de "dormir a los bebés". Diríamos que asumíamos nuestro rol instintivo sin sentirnos ni más ni menos el uno con el otro. Siempre nos sentimos en el mismo nivel.
Por aquella época, entre hermanos, la niña recogía la mesa mientras su hermano se quedaba sentado porque era el "hombre" de la casa. Afortunadamente esto ha ido cambiando poco a poco y los pioneros de este cambio nacimos en aquellos turbulentos años sesenta y principios de los setenta. Fueron dos décadas en las cuales tanto el hombre como la mujer en España, se daban cuenta de que los derechos humanos eran algo que entraba a voces por las fronteras.
Hoy vivimos momentos en los cuales a veces me pregunto qué hubiese pasado si yo no hubiese jugado con mi primo a los madelman y le hubiese obligado a jugar conmigo exclusivamente a "dormir a los bebés". Hubiese sido una catástrofe. Esto es lo que a veces veo reflejado en los movimentos radicales feministas. Uno de los peores males de hoy en día es la intolerancia, el radicalismo. No puedo llegar a entender que después de haber vivido siglos y siglos bajo el yugo masculino, algunos grupos feministas se dediquen a denigrar todo lo "masculino" y ensalzar lo femenino como si de una verdad única se tratase. Somos diferentes... y ¡viva la diferencia!. No se puede ir contra-natura. El hombre es hombre, con sus instintos y su testosterona y lo mismo digo de la mujer, pero cambiando la hormona.
Algunos grupos feministas se dedican a denigrar todo lo masculino y ensalzar todo lo femenino
Por mucho que las feministas radicales se empeñen, una mujer jamás podrá ser como un hombre y viceversa. Sería como decir que todo el mundo es exactamente igual, y eso es una aberración.Cada uno tiene su papel en la naturaleza y su labor que desempeñar sea hombre o mujer.
Deberíamos de dejarnos de sexismos y centrarnos más en la búsqueda de la justicia social. Los derechos humanos deben ser lo que son, humanos, sin distinción de sexo, edad o raza. Nuestra meta debe ser el que sintamos que podemos movernos por el mundo igual que nuestro vecino de enfrente, sin importarnos que sea hombre o mujer. No imponer nada a nadie, aunque tampoco dejar que nos impongan.
No admito que ninguna feminista me diga que todos los hombres son unos indeseables, pero a la vez más de una quisiera sentirse como un hombre, al igual que no admito que ningún hombre me diga que soy inferior. Yo soy yo, con mis defectos, mis virtudes, mis derechos y mis obligaciones, y no quiero ser un hombre, quiero ser mujer. Hay dos palabras que no solo cambiarían esta lucha de sexos en la que estamos inmersos, si no la gran mayoría de problemas en la tierra. Respeto y tolerancia. Qué fáciles de decir y qué difíciles de aplicar.
Deberíamos de dejarnos de sexismos y centrarnos más en la búsqueda de la justicia social