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Desconocidos y una presunta agrupación global de fascinerosos toman y asaltan el poder en Hispanía por el oro, agua y otros minerales
La Tecla Fértil
En general, a América Latina quizá no le afecten algunos de los escenarios más horribles previstos para África y buena parte del sur de Asia; pero el riesgo del cambio climático y los giros políticos, no pueden medirse solo mediante la exposición, sino también mediante la fortaleza de las instituciones destinadas a ocuparse de él. En este aspecto, la región, con sus altas concentraciones urbanas y unas estructuras de gobiernos progresistas débiles, quizá tengan que enfrentarse a muchas más consecuencias que las que puedan predecir los modelos puramente orgánicos.
Hispanoamérica registra 11.000 muertes violentas al mes, un dato que supera a las de Afganistán y Siria juntas. Un tercio de los homicidios que se producen cada año en el mundo suceden en Hispanoamérica, siendo los hispanos solo un 9% de la población mundial. Este es uno de los resultados del estudio “Los costos del crimen y de la violencia. Nueva evidencia y hallazgos en América Latina y el Caribe”. El informe, realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), también ha advertido que los países hispanoamericanos gastan 260 millones de dólares al año en seguridad, lo que supone de media un 3, 5% de su PIB anual. Siria, inmersa en guerra civil desde 2011, sufre de media unas 7.500 muertes violentas mensuales. Sin duda, la extensión y la población de Hispanoamérica es mayor que la de Siria, pero teniendo en cuenta que no existe ninguna guerra abierta en América del Sur el dato es alarmante. El negocio de la droga, la inseguridad, la pobreza y la extendida corrupción son algunos de los elementos que potencian la criminalidad.
El continente es afortunado, ya que los escenarios más espantosos del cambio climático global son menos relevantes, con la obvia excepción de los países caribeños, en los que el nivel creciente del nivel del mar representa un problema inmediato. Los cambios del clima también podrían empezar a afectar a las materias primas que constituyen la base de las economías de estos países. La soja, por ejemplo, es sensible al cambio climático y a las variaciones del clima, al igual que lo es la ganadería bovina. La producción frutícula y la pesca también se verían afectadas negativamente por el cambio climático. Sudamérica es rica en el material que adquirirá gran importancia en los escenarios de catástrofes climáticas. El continente cuenta con alrededor del 25 por ciento del agua dulce del mundo. Lamentablemente, está distribuida de forma desigual por toda la región, hasta el punto en el que podría convertirse en el bien más preciado del siglo XXI, y la región tendrá un recurso natural más con el que negociar.
A los EE. UU le interesa también nuestras aguas desde el acuífero del Guaraní hasta el Río Orinoco, vilmente contaminado por los bloques mineros que Venezuela ha entregado para su explotación a Cooperativas y transnacionales.
Quizá, una clave en todo esto sea la de optar por una apuesta regionalizadora propia, que sepa integrar los aspectos positivos de la liberalización aperturista con las lógicas de fortalecimiento institucional y confianza mutua a las que aspiraba la apuesta posliberal de CELAC o UNASUR. Sin embargo, seguro, nada de eso sucederá, en tanto que la política regional seguirá siendo interpretada en clave partidista y de gobierno, y no en sentido de Estado y región.
Si la lógica del desacoplamiento entre las economías de Estados Unidos y China continúa y las acciones de Washington siguen socavando el multilateralismo y, en particular, la Organización Mundial del Comercio, nos veríamos abocados a un mundo de bloques económicos enfrentados. En una lógica neoimperialista, tanto China como EE UU utilizarían su poder económico y tecnológico para debilitar al otro, obligando a los demás países a tomar partido y someterse a las normas del imperio al que se adhieran. Las amenazas estadounidenses a las empresas europeas que hagan negocios con Irán o Cuba pueden leerse ya en clave neoimperial, y también el aumento de la influencia y el poder chino a través de la nueva ruta de la seda. Así, a largo plazo, aparecerían dos áreas de influencia geográficas, lo que daría lugar, en principio, a dos ecosistemas diferenciados, incompatibles y rivales; cada uno con su Internet, su moneda dominante y sus reglas, que serían más o menos dictatoriales en función de la actitud del imperio con sus nuevas colonias. Sería el fin de la globalización y del multilateralismo tal y como los conocemos.
Sin embargo, esto no es inevitable. La Unión Europea y otros Estados que apoyan el multilateralismo y el actual orden internacional, y que prefieren el Derecho internacional a la ley de la selva (como Canadá, Australia, Japón o los países latinoamericanos) podrían presentar una alternativa al modelo neoimperial. Además, los avances tecnológicos de la cuarta revolución industrial, que facilitarán el comercio de servicios, podrían dificultar enormemente la desglobalización. De lo que no cabe duda es de que una vuelta al imperialismo y al nacionalismo sería una pésima noticia para los países europeos, que se sienten mucho más cómodos (y han prosperado de forma extraordinaria) en un mundo de reglas, cooperación e instituciones multilaterales.
Ahora es Bolivia, encendida por unos gánsteres que desean controlar el poder en nombre de La Biblia y ya van 25 muertes declaradas, pero, a Evo le falto tino, jamos debió intimidar a EE. UU y escuchar voces de sus amigos presidentes que hoy, le han dejado solo, aunque le dan un cierto apoyo.
Esta es, sin duda, la gran pregunta para las relaciones internacionales en el siglo XXI. Por una parte, están los que piensan que la confrontación militar entre una potencia hegemónica en auge y otra en declive es inevitable. Argumentan, además, que Estados Unidos tiene grandes incentivos para lanzar un ataque preventivo que doblegue a China antes de que el gigante asiático sea demasiado poderoso (es lo que se conoce como la trampa de Tucídides, evocando el ataque de Atenas a Esparta en la antigua Grecia que, por otra parte, le salió mal).
Por otro lado, están quienes afirman que la historia no se repite y que la lógica de la disuasión nuclear, unida a la profundidad de la globalización, hacen muy poco probable un conflicto militar clásico. Pero, aunque ninguno de los dos quiera una guerra, el aumento de la tensión en relación a Taiwán, Hong Kong, Corea del Norte u otros asuntos podría encender la chispa del enfrentamiento. Además, al igual que sucedió durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, podrían producirse guerras por delegación en terceros países. En todo caso, si los conflictos comerciales, tecnológicos y de divisas son el precio que hay que pagar por evitar una guerra, bienvenidos sean.
Pero, EE. UU no desea que los chinos lleguen a Bolivia y controlen la Coca, el Litio y las plantas para sus laboratorios, aceleró sus programas de intervención
Salían en multitudes (los nativos) hacia el barco y muchos de ellos llevaban piezas de oro en sus pechos y algunos llevaban brazaletes de perlas alrededor de sus brazos. Yo me regocijé profundamente cuando vi estas cosas y no escatimé esfuerzos para descubrir de dónde las conseguían...» Así narró Colón su costeo de la Isla de Trinidad durante su tercer viaje aAmérica, encendiendo una mecha de codicia que no podría apagarse.
Izquierda desconoce riesgos al contabilizar personas ajenas a su centro dfe poder para mimetizar ciudadanos
Cuando la euforia tras la toma de Granada animó a los Reyes Católicos a aceptar la nueva ruta a las Indias que les ofrecía el navegante genovés, el ánimo de lucro (aliñado luego con el afán de gloria y el propósito evangelizador), funcionó como el mejor de los acicates. Persiguiendo móviles económicos, mercantiles y políticos, Colón creía dirigirse a las ricas tierras de Cipango y Cathay, pero sin llegar a saberlo se topó con América y su oro. Los conquistadores posteriores contemplaron cómo los jefes indígenas de Centro y Sudamérica se adornaban con objetos de este metal precioso y se propusieron encontrar de dónde salía.
Tanto en su afán por capturar esclavos (Colón mandó 500 a la Corte) para trabajar en minas y plantaciones, como en su incansable búsqueda de oro, plata, perlas, piedras preciosas y joyas, los conquistadores actuaron con una gran crueldad, amplificada luego por la leyenda negra propagada por las élites del centro y norte de Europa. Pero la violencia extrema usada por los españoles no era una excepción criminal, sino norma común en las guerras de la época, como nos recuerda el historiador francés Bartolomé Bennassar en su libro La España del Siglo de Oro, donde narra como ejemplo los expeditivos métodos de amedrentamiento utilizados por Symphorien de Dufort (1523-1563) en las guerras de religión francesas, al hacer explotar a las mujeres católicas de Agen después de haberles rellenado el sexo con pólvora, mientras que en 1562 su rival, el mariscal de Francia Blaise de Monluc, hizo cocer a fuego lento a 700 hugonotes, hombres y mujeres, capturados en la villa de Penne.
Fueron muchas las exploraciones tierra adentro organizadas por los españoles, quienes, tenaces y brutales, se enfrentaron a no pocas tribus indígenas en una carrera en pos de sus riquezas. Ésta se vio reavivada por la conquista del imperio azteca (1519-1520) por parte de Hernán Cortés, que consiguió allí un tesoro de 380.000 pesos de oro (cada peso equivalía a 4, 6 gramos) fundidos en barras, según relató Bernal Díaz del Castillo.
Cayó luego, a manos de Francisco Pizarro, el aún más rico imperio de los incas, y su derrumbe nos brindó la historia en la que quizás mejor se amalgamen la sed de oro y la crueldad inherente a querer calmarla. Nos cuenta Francisco López de Gomara cómo Atahualpa, el último soberano inca, al verse cautivo de los españoles, se comprometió a comprar su libertad llenando la habitación en la que se encontraba de oro y plata hasta la altura a la que llegase con su brazo extendido. Pero antes de que la estancia fuese colmada, Pizarro dio garrote al inca en Cajamarca un 26 de julio de 1533, pensando que así tendría menos resistencia para conquistar aquellas tierras.
Tras pesar el rescate de Atahualpa, resultó ser de 11.960 kilos de plata y 1.326.500 pesos de oro. El rey recibió su 20% y cada uno de los soldados de Pizarro recibió más de 18, 6 kilos de oro y unos 41, 4 de plata, los capitanes de 30 a 40.000 pesos, mientras que Pizarro, como capitán general, ganó más que nadie al quedarse con el tablón de oro que Atahualpa llevaba en su litera, «suma y riqueza nunca vistas».
A comienzos de 1541, un cronista español, el madrileño Francisco González de Oviedo, echó más leña al fuego de la codicia plasmando por escrito la leyenda recogida de indios y soldados que hablaba de un gran señor «que anda continuamente cubierto de polvo de oro tan fino como la sal (...) cada mañana se embadurna con una resina que pega muy bien. El oro en polvo se adhiere a esta goma (...) hasta que todo su cuerpo está cubierto desde las plantas de sus pies a la cabeza».
Sembrado el ¿mito?, otros cronistas como Cieza de León y Juan de Castellanos abundaron en él, impeliendo a no pocos exploradores a partir en busca del Rey de Oro, quien vivía en una tierra tan rica que cuando se arrancaban manojos de hierba de la tierra tenían metal precioso en las raíces.
Entre otros, buscaron infructuosamente El Dorado hombres como Gonzalo Pizarro (1540), Diego Fernández de Serpa (1568), Pedro Maraver de Silva (1569), sir Walter Raleigh (1595) y Fernando de Berrío (1598), aunque sin duda alguna el prototipo del explorador obsesionado con dicha leyenda fue el muy cruel Jiménez de Quesada. Este partió de Bogotá en diciembre de 1569 en la expedición más importante de cuantas se habían realizado hasta entonces, y tras vagar por los llanos durante dos años, volvió con los restos. De los 300 soldados que llevó regresaron sólo 50; de los 1.500 indios y mestizos, tan sólo 30, y de los 1.100 caballos, 30 ó 40.
Nadie dio nunca con El Dorado, aunque lo siguieron buscando. En 2002 el explorador polaco-italiano Jacek Palkiewicz creyó haberlo hallado en las profundidades de la selva amazónica del sur del Perú, mientras que el Diario de Cusco señalaba que los aldeanos del poblado de San Martín habían identificado los restos de la mítica ciudad de Paititi, donde se habrían refugiado los incas con sus tesoros a la llegada de los españoles.
Ahora, nos llega un serbio llamado Camacho con una Biblia en mano que Bolivia se encuentra bajo su mando con Meza, un viejo celote boliviano que desea poder y riquezas, desean apoderarse del viejo Dorado, que el chavismo decidió abrir sus fauces para explotarle y darle a los chinos un aviso para que corriesen su Ruta de La Seda hasta Bolivia y hoy, este hermoso altiplano se llena de sangre, gente joven e inocente que cae por las zozobras políticas creadas por quienes tienen en su mano una hoz y el martillo, Un continente lleno de ignorancia y oscuridad espiritual.
Evo, es solo una victima de ese poder que tiene sus ideas en un país lejano a nuestra esencia folclórica.
* Escrito por Emiro Vera Suárez, Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño
El continente es afectado hasta el Arco del Orinoco y acuifero del Guaraní