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Hermanados por el impulso al Pacto por México, punto de inflexión política que dio pie para que las reformas propuestas por el gobierno de Peña Nieto se aprobaran a rajatabla, sin análisis de por medio, PRI PAN y PRD, ya pueden presumir de un nuevo e indestructible vínculo: su capacidad genocida
Hermanados por el impulso al Pacto por México, punto de inflexión política que dio pie para que las reformas estructurales propuestas por el gobierno de Enrique Peña Nieto se aprobaran a rajatabla, sin análisis de por medio, PRI PAN y PRD, ya pueden presumir de un nuevo e indestructible vínculo: están unidos por su capacidad genocida.
De ello da cuenta la masacre ocurrida en la ciudad de Iguala, Guerrero, a manos de policías municipales, crimen que ha puesto en el ojo de huracán a la clase política perredista, misma que en las horas posteriores a la tragedia, se apresuró a cubrir con su manto protector, tanto a José Luis Abarca, alcalde de esa localidad, como al gobernador del estado, Ángel Aguirre Rivero.
De cara a la tragedia que viven los familiares de los fallecidos y desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa, pero también de los miembros del Club de Futbol Avispones, luego de la masacre perpetrada por quienes debían ser garantes de la seguridad, las disculpas que ahora viene a expresar la recién estrenada dirigencia nacional del PRD, a cargo de Carlos Navarrete, es una nueva muestra de cinismo, tan propia de la clase política prianista y, ahora lo sabemos, también de la perredista.
Bien dice el dicho que quien con lobos anda, a aullar aprende y en eso los perredistas se han dado a conocer como alumnos tan avanzados que se encuentran a la altura de lo peorcito del PAN, organización política que hoy pide la renuncia de Ángel Aguirrre, mientras hace mutis de silencio ante las agresiones que el pueblo yaqui recibe del empanizado gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, amén de su oprobioso silencio sobre la tragedia de la Guardería ABC, en donde Felipe Calderón fuera juez y parte.
Cómo andará el oportunismo político, que hasta Enrique Peña Nieto les ha ofrecido a los sobrevivientes y familiares de las víctimas de la masacre de Iguala, hacer justicia, una justicia que pese a ser exigida, le niega a las madres de las muertas de Juárez y a las pequeñas víctimas de la Guardería ABC, en tanto que el líder nacional del PRI, César Camacho, dijo que para las elecciones de 2015, su partido “pedirá no sólo una evaluación de desempeño, sino de historia personal de los candidatos”, idea que, viniendo de quien viene, es una perla de cinismo.
Lento en su reacción ante la desaparición de 43 estudiantes y el asesinato a mansalva de seis personas más, Enrique Peña Nieto, el indignado, promete castigar a los culpables, ofrecimiento que hace no tanto porque sea un gobernante interesado en la justicia, sino más bien para lavarle la cara a su administración, actitud que, al igual que en el caso de los perredistas, solamente exhibe esa enorme capacidad que tienen los políticos para soltar sus ya típicas lágrimas de cocodrilo.
Sin embargo, en este país que se cae a pedazos, el Presidente de la República gusta de placearse sonriente por Nuevo León, tomándose selfies a diestra y siniestra, razón por la que queda claro que la vergüenza no es un activo muy valorado entre los políticos, sean éstos de las tres principales fuerzas políticas o de la chiquillería electoral, ya que cuando son torcidos en la maroma, lo que mejor se les ocurre hacer es deslindarse de acciones criminales como la ocurrida en Iguala, Guerrero.
Mientras tanto, pese a que los perredistas comparsas del dinosaurio priísta se abocan a realizar el necesario control de daños para llegar lo menos golpeados posible a las elecciones del 2015, la realidad se esmera en ponerlos en su lugar, balconeados por la horma de su zapato, René Bejarano, quien al parecer está bien informado sobre el teje y maneje al interior del Partido de la Revolución Democrática.
Si una aptitud no puede negar Bejarano, esa es su fama de transa, de centavero hasta el punto de que en el bajo mundo de la política nacional, es conocido como el Señor de Las Ligas que van acompañadas de billetes, pero justo es reconocer que no tiene fama de asesino o de cómplice de asesinos, de ahí que hace más de un año denunciara ante la PGR al alcalde de Iguala, pero quien debía de hacer algo, Jesús Murillo Karam, se quedó quieto, protegiendo el Pacto Por México.
En este punto no hay vuelta de hoja. Si algo debe quedarnos claro es que el responsable de lo que ocurre en el país es el Estado y en él se incluyen todos los niveles de gobierno, así que culpable de la masacre de Iguala es el gobernador de Guerrero, al igual que el alcalde y culpable es el Presidente de la República, pero también son culpables los peeredistas que hoy andan ofreciendo disculpas.
A dos semanas de la masacre y desaparición forzada de estudiantes, políticos de todas las corrientes buscan deslindarse de estos actos de infame y salvaje sociopatología, negando sus afectos ideológicos y amistosos por José Luis Abarca y Ángel Aguirre, demostrando un nivel de hipocresía tan alto que hasta René Bejarano resplandece, pese a ser el hombre más vituperado en lo que va del siglo XXI, por su papel como Abominable Señor de las Ligas.
Lo ocurrido en Iguala no es otra cosa que la brutal caída del Estado Garante como tal, en donde los que debían velar por el bienestar de la sociedad, acabaron acuchillándola, unos por acción, como el alcalde, los policías municipales e incluso el gobernador, o por inacción, como es el caso de la Presidencia de la República, el titular de la PGR y la desfigurada dirigencia perredista que, hoy por hoy, no cuenta con calidad moral para reclamarle algo a nadie.