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16/07/2019

La televisión, el radio, los noticieros y los diarios muestran de manera apremiante imágenes y noticias de hechos y circunstancias matizados de arrebatos furiosos.

El que no mata, arremete, intimida, no sólo en cuestiones de tipo social sino también en lo individual. Seguramente existe un gran público que demanda la puesta en escena de tales eventos, pero también existe, al parecer, una actitud tendenciosa para que las personas la consuman. El populi las reproduce y además, las comenta, las avala, por supuesto, que esos, pasivos de la violencia en los medios de comunicación, somos usted y yo. Afortunadamente no todas las personas lo aceptan, no todas lo buscan, pero lo que sí es una realidad, es que todos estamos expuestos e invadidos de su presencia, se nos aparece en todos lados, es una constante que nos inunda y por momentos nos rebasa. Vivimos anestesiados frente a la violencia: a fuerza de mostrarse sin tapujos ni reservas nos acostumbramos a ella. Vivimos anestesiados frente a la violencia: porque ya ni nos altera, ni nos sorprende, ni nos afecta y creo que a veces, ni nos importa. Vivimos anestesiados frente a la violencia: y nos sentimos aliviados de que el que la padece es el otro y no yo, un cualquiera desconocido que ni de mi familia es. image

Vivimos anestesiados frente a la violencia: siendo partícipes pasivos de las imágenes, de las noticias y de la brutalidad misma. En nuestros ratos de ocio consumimos y vamos al cine a ver a los RAMBOS, las balas, las armas, las metralletas, eso sí el bien siempre se impone sobre el mal, el bueno utiliza toda la artillería para combatir a los malos, que contradicción frente a un bruto otro salvaje para combatirlo.

Al final, desde mi punto de vista, triunfa la barbarie. En fin salimos del filme muy complacidos porque nos hemos ido a divertir, la realidad es que entramos como salimos sin ningún mensaje que pueda ayudarnos a reflexionar, a crecer, por el contrario, incorporamos sin darnos cuenta la creencia de que para poder triunfar es necesario aniquilar al otro, desbaratarlo. No es un tiro el que lo destruye sino una serie de descargas que le dejan agujerada hasta el alma. Pero eso sí, nos fuimos a divertir. Vivimos anestesiados frente a la violencia y llevamos a nuestros hijos a divertirse con películas que en fondo muestran el mensaje de la descarga agresiva sin reservas y de manera atropellada. Atropellar al otro para poder ganar, triunfar. Vivimos anestesiados frente a la violencia y luego nos asustamos cuando lo vemos en nuestro diario vivir más allá de las pantallas, los diarios o noticieros. Cuando lo experimentamos en carne propia como seres que andamos en la calle. Nos sentimos muy conmovidos cuando lo observamos en nuestros hijos, en nuestros vecinos o cuando somos víctimas de una agresión, de un despojo, de un robo a mano armada, de un secuestro, y entonces decimos frases como:

  • Me fue barato, me asaltaron pero a mí no me paso nada.
  • Sólo se llevaron el coche, pero por lo menos me devolvieron la cartera.
  • Les tuve que dar todo: mi reloj, mi cartera, mis anillos, pero afortunadamente no me lastimaron.
Estas expresiones nos ponen por lo menos en la tesitura de darnos cuenta de que vivimos anestesiados frente a la violencia, y en estos casos, no reaccionamos como un acto de supervivencia, en este sentido la anestesia cumple una función protectora y negadora de la situación que no nos deja experimentar libertad en el entorno en que que habitamos.

image Sin embargo, me parece que esta expresión social es también una representación de lo que a una gran cantidad de personas en lo individual, en su experiencia de vida y en su transitar por el mundo.

VIVIMOS ANESTESIADOS FRENTE A NUESTRA PROPIA VIOLENCIA Y A LA DE LOS NUESTROS, ESOS OTROS QUE REPRESENTAN NUESTROS LAZOS MAS QUERIDOS.

María, Rosa, Federico, Juan o tal vez, Tú o Yo, el nombre es lo de menos, vivimos en hogares o ambientes cuya principal manera de expresarse es a través de:

  • GRITOS
  • INSULTOS
  • GOLPES
  • MUTISMOS
  • INDIFERENCIAS
Y sin embargo, María, Rosa, Federico o Juan creen o están convencidos que si esto sucede, es seguramente porque:
  • NO HACEN BIEN LAS COSAS
  • SE LO MERECEN
  • SON INADECUADOS
  • NO SON BUENAS PERSONAS
En el fondo sus almas y sus personas se encuentran y viven generalmente con sentimientos de:
  • ANSIEDAD
  • TRISTEZA
  • DEPRESIÓN
  • CULPA
  • CONFUSIÓN
Algo en su vida no les cuadra. Viven anestesiados ya que una de las consecuencias de la misma....viven anestesiados frente a la violencia...ya que una de las consecuencias de la violencia es precisamente la anestesia que nos protege de sentir el profundo dolor de ser violentados. Vivimos anestesiados frente a la violencia...y ni siquiera podemos llamarla por su nombre, la escondemos, la disfrazamos. Vivimos anestesiados frente a la violencia...porque algunas veces es silenciosa, se expresa de manera velada, no la reconocemos como tal, y sin embargo, ahí está como nuestra compañera minando nuestra salud, nuestras emociones, nuestras relaciones y nuestra vida misma. Cuando la violencia está presente en nuestras vidas la vivencia y la experiencia de la propia existencia es de:
  • ANESTESIA
  • PARÁLSIS
  • CONFUSIÓN
  • MIEDO
  • INSEGURIDAD
Vivimos anestesiados frente a la violencia y preferimos callarla o la justificamos con frases como:
  • Tu papá es así...
  • Comprende a tu mamá está muy cansada...
  • Tu hermano no ha madurado...
  • En alguien tiene que caber la prudencia...
Y, así la dejamos de lado nuevamente, la escondemos y deseamos ponerle una lápida encima pero al final nuestra alma quiere alzar la voz pero de un revés la asentamos. Parece haber un acuerdo tácito, no expresado: QUE NADIE HABLE DE ELLA, es más tranquilizante, aunque por dentro nuestro espíritu muere por vociferarla a los cuatro vientos. Es mejor así, no queremos ser más causa de violencia ni de problemas. Vivimos anestesiados frente a la violencia, la toleramos como algo inevitable, como la gran fatalidad que nos acompaña, como una colega que empaña nuestras vidas. Y no logramos a darnos cuenta que en la medida que más la toleramos más la alentamos. Y cuando digo nombrarla, no me refiero a la denuncia jurídica, sino a contar, relatar, a liberar los dolores y malestares que la violencia implica. Pero ello, implica un riesgo, muy grande y comprometedor por cierto, el peligro confrontar nuestros propios miedos, nuestra propia vulnerabilidad, nuestras calamidades, nuestras heridas más profundas, y al mismo tiempo por extraño que parezca, la posibilidad de entrar en contacto con nuestra propia fuerza. Es necesario utilizarla porque la violencia de suyo nos sujeta y nos condena a una posición de víctimas. Sufrimos en silencio. Padecemos calladitos y derramamos nuestras lágrimas apartados hasta de nosotros mismos. HABLAR DE LA VIOLENCIA Y TRASPASAR EL SENDERO DEL MIEDO ES LA ÚNICA MANERA DE ENFRENTARLA Y ES LA ALTERNATIVA VIABLE PARA SUPERARLA. Todos en algún momento de nuestra vida la hemos experimentado, sufrido o ejercido algún tipo de violencia, tal vez, sin darnos cuenta, porque cuando vivimos anestesiados frente a la violencia, se ha convertido en una pauta crónica, de todos los días y, es ahí, donde causa sus mayores estragos. Estoy convencida que el miedo a las represalias es lo que nos paraliza a no enfrentarla. Ese miedo que nos obliga a mantenernos en silencio, sin saber que es justamente la expresión de la misma, es un acto liberador que nos revitaliza y vivifica nuestra existencia. Vivimos anestesiados y el éter de la violencia nos condena a creer que no hay solución a nuestra tan minada existencia. La mejor manera de ir despertando de esta pesadilla, cuando se vive, es permitir la expresión de la humillación y la desventura. Las lágrimas son un antídoto maravilloso en el inicio de este proceso de rehacernos y recuperar nuestra integridad, nuestro amor a la vida y a nosotros mismos. Estar alertas e ir despertando de estas vivencias es un proceso, se da de a poquitos, lentamente, de manera pausada, es decir, lo contrario a la violencia. Tal vez, si estamos en una situación como ésta es importante empezar por reconocer que estamos ahí y que nuestras lágrimas broten como bien se les antoje. Romper el círculo de violencia en soledad es una tarea de titanes, lo que se requiere es comprensión, compasión y sinceridad-

La psicoterapia es una posibilidad: una escucha afectiva y comprensiva es otra, lo importante es liberarla. Posibilidades para resolverla existen instituciones, terapeutas, médicos, especialistas, no dude en recurrir a ellos. Traspasar los límites de la violencia es el inicio de la recuperación emocional. Todo ser humano tiene derecho a una vida digna. La responsabilidad es tomar acciones pequeñas y concretas para la recuperación.

Ana Giorgana

Especialista en Terapia de Pareja

Y Prevención Familiar y Social

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