El amor y las relaciones que lo involucran mutan a cada momento con los cambios de los paradigmas sociales y los individuos parecen no estar prevenidos para sus alcances y consecuencias
La concepción sobre el amor y las distintas emociones que lo complementan - atracción, ternura, cariño, apoyo, comprensión, empatía, solidaridad, etc. - que han tenido las distintas culturas a través de los siglos, fueron y son diferentes, aún diametralmente opuestas en cuanto a su visión, proyección, ejecución y alcance en las diversas sociedades en la que los individuos se han desenvuelto.
Por supuesto, la fe, el sistema de creencias, la doctrina religiosa, las costumbres y tradiciones, la educación, la condición social, incluso la etnia y el espacio geográfico se han constituido en factores determinantes para la expresión y desarrollo de tan complejo sentimiento a lo largo de la historia de la humanidad, pasada y reciente.
Ahora bien, fuera de todas las consideraciones y circunstancias de tiempo, lugar y entramado sociocultural, el amor, como motor de las relaciones interpersonales en la cultura occidental, sufrió un cambio gradual pero firme a partir de la primera mitad del siglo XX hasta la actualidad.
Todo a expensas de variados factores que van desde la aparición de la Internet y las redes sociales, la masificación de los medios de comunicación y la sobresaturación de información, pasando por la sustitución de la escala de valores morales y éticos en una sociedad de consumo que fué estableciendose hace ya ochenta años aproximadamente, dando origen a un concepto acuñado por el insigne sociólogo polaco Zigmunt Bauman y es el del "amor líquido".
Este apelativo hace referencia a la capacidad de mutación, fragilidad, la fugacidad, el constante cambio que experimenta este vital elemento en la naturaleza y que trasladado al ámbito de las relaciones humanas, puntualmente al de las relaciones de pareja, cobra una dimensión reveladora del comportamiento de las personas en pleno 2019 y que por lo constatado, tiene visos de seguir evolucionando hacia derroteros nada alentadores.
Pero ahora, ¿cómo y de qué manera ha cambiado el amor en los últimos tiempos?¿qué características han surgido en la conducta amorosa de los hombres que hicieron proponer a Bauman tan particular y esclarecedora teoría?
En primer lugar, con la industrialización y el perfeccionamiento de la línea de producción, se pudieron crear, elaborar y confeccionar infinidad de objetos y productos en gran cantidad y ponerlos a disposición de las masas.
La concepción del amor y las distintas emociones que lo complementan..., fueron y son diferentes..
Eran objetos y productos de calidad y durabilidad finita, de uso con fecha de caducidad pero a precios asequibles a la mayoría de la población y por tanto de fácil reposición al momento de dañarse o expirar lo que promovía el consumo indiscriminado de cosas que perdían su valor en poco tiempo, nacía así la cultura de lo "desechable".
Paralelamente y con decidida influencia de la nueva "moda" de usar las cosas y tirarlas, los valores de la disciplina, el respeto, el compromiso, la perseverancia; que tanto arraigo tenían en la educación de generaciones enteras en décadas anteriores, fueron relajándose y sustituyéndose con necesidades y satisfacciones mas inmediatas y momentáneas, el amor y las emociones se convertían de esta manera en realidades consumibles y descartables al igual que las personas. No había vuelta atrás, el "amor líquido" hacía su aparición en un mundo obnubilado con el progreso.
Servido este panorama, aparece en el escenario la autopista de la información, la Internet y su vasto repertorio de datos que esperaban ser digeridos sin censura por millones de usuarios siempre con la opción de utilizarlos y desauciarlos con pasmosa velocidad y en donde las redes sociales surgieron como instrumento paradójico de la conexión virtual con muchos y la desconexión real con los mas cercanos e importantes.
Las relaciones entre las personas se impregnaron entonces de una delicada fragilidad, surgen el miedo al compromiso y el miedo a la pérdida de la libertad individual, los involucrados se niegan a cultivar raíces emocionales perdurables para adaptarse a un ambiente en constante cambio y la irresponsabilidad e inseguridad se muestran como signos de una falta de autoestima y amor propio de magnitudes pandémicas.
Las parejas se convierten en depositarias de las carencias afectivas de uno o de ambos y consecuentemente en mercancía de la cual obtener un beneficio, la amplitud y trascendencia del sentimiento quedan anuladas por la impronta del deseo y el placer efímero y el amor se diluye como agua entre las manos, se amolda a empaques de de venta al por mayor dejando una sensación de vacío que debe ser llenada con nuevas sensaciones.
Queda claro que con el pasar de los años la sociedad produjo este "amor líquido" de propiedades flexibles y vínculos escuetos que con la promesa de recompensas al día, enterró los motivos e intereses genuinos de cada individuo en el establecimiento de afectos con sus semejantes, quedando solo el aprovechamiento de aquellos como simples objetos cosificados, burdos medios para conseguir un fin egoísta, algo que no tiene, como se dijo, pronóstico de revertirse en un futuro cercano.
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