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Como si se tratara de un ensayo general, miles de personas se apiñaron en la céntrica Puerta del Sol madrileña, desafiando temperaturas casi gélidas, para escuchar y festejar un día antes las doce campanadas que anuncian el Año Nuevo.
La multitud rugió y saltó cuando el antiguo reloj del siglo XVIII de la Real Casa de Correos -actualmente sede de la Comunidad de Madrid- dio las doce campanadas de medianoche, a pesar de que el nuevo año comienza oficialmente 24 horas más tarde.
Muchos de los presentes siguieron la costumbre española de Año Nuevo que es comer una uva por cada campanada, lo que asegura buena suerte para los doce meses siguientes, otros se dedicaron a corear el número de cada campanada en voz alta. Pero otros, a falta de uvas, las reemplazaron por patatas fritas o cacahuetes cubiertos de chocolate.
Tradicionalmente, unos funcionarios de la comunidad comprueban con 24 horas de antelación que el mecanismo del reloj y, en consecuencia los tañidos de campana, funcionen a la perfección, una tarea rutinaria que concentra cada vez a más público alrededor de la plaza.
Muchos de los presentes explicaron que prefirieron asistir al tradicional toque de campanas con antelación para evitar la enorme aglomeración de gente que cubre la Puerta del Sol en Nochevieja, un evento que es seguido por televisión desde todo el país por millones de personas, que por supuesto en su gran mayoría también se comen sus doce uvas. "Mañana sería imposible venir aquí, habría demasiada gente", dice Fátima Rodríguez de Ahumada, de 33 años de edad, quien se encontraba en el lugar acompañada por su marido y una hermana. "Vamos a pasar la Nochevieja en casa y vamos a ver todo en la televisión. De esta forma, tenemos una idea de cómo es", añadió.
Decenas de policías registraban a los juerguistas improvisados al llegar a la plaza y revisaban sus mochilas para constatar que no portaban botellas de vidrio.
Antes de medianoche, con una temperatura por debajo de los 2 grados centígrados, unos grupos de personas luciendo pelucas y bebiendo en enormes vasos de plástico se juntaban unos contra otros para mantener el calor.
"Es una locura, no puedo imaginarme tanta gente acercarse a algo así en Londres. ¡Imposible!", se maravilla Claire Brown, una estudiante de 23 años de edad llegada a Madrid para visitar a una amiga por el fin de año, en tanto que un joven encendía un petardo no lejos de ella.
Más temprano en la jornada, a mediodía, varios centenares de personas, entre las cuales muchos matrimonios con niños, ya se habían congregado en el lugar para escuchar un primer ensayo de las doce campanadas.