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Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
...
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Pablo Neruda
Tenía las piernas blancas. Llevaba short y unos tenis Converse sin medias. La suela que podría ser blanca también, no lo era por el polvo de la ciudad. Solo le vi las piernas, el short, las puntas de la camisa y una mano. Estaba de espaldas. Traté de verle la cara, pero la geometría del diseño industrial no me permitía ver más. Me mantendré siempre en la duda. Sin embargo, la imagino: es rubia y tiene los labios pintados de rojo, también algunos lunares q disimula con el maquillaje. No la imagino con los ojos claros, sino oscuros, con una mirada profunda y unos ojos muy redondos en donde no se puede distinguir la pupila, en donde todo es infinito. Así debe ser la mujer que no soñé jamás. Sonríe delante de otras caras y es feliz. Puedo imaginar cómo es abrazar esas piernas. También, puedo imaginarla orgullosa de mostrar su blanca piel, protegida solo por aquel short corto y azul. Quizás sus piernas son sus armas, lo más bello de su cuerpo. Esas armas que muerta como las espadas en cruz detrás de un escudo, para proteger el estandarte. Esas piernas filosas, ese cuerpo torneado, y esa cara de símbolo indescifrable. Un día reconoceré esas piernas, me adueñaré del escudo, estudiaré su simbología y la llevaré junto a mí, y me recordarán por ella.