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Festividades enmarcadas con bailes que aluden a la lucha del bien contra el mal, donde la alegoría y la incansable fortaleza de los danzantes recuerdan las proezas de los dioses prehispánicos mezclado con el fervor religioso, es el contexto en el que se presentan aquí las fiestas de la Semana Santa. Tomando como el inicio de estas fiestas la celebración de la Virgen de la Candelaria, los pobladores de este estado enfatizan la cultura popular a través de múltiples actividades, que van desde la degustación gastronómica de sus localidades, hasta carnavales cuya duración es atemporal. Las máscaras de diablo, ancianos y criaturas venidas del inframundo, forman parte de esta expresión multicolor que tiene como propósito, presentar la alegría jarocha envuelta en el folclor típico de los porteños. Las jaranas que invitan a bailar, aunado a los trajes policromáticos, son el esbozo de un pueblo que agradece a su patrona los beneficios y prebendas que ha otorgado a sus hijos, que abarca desde la Huasteca hasta la cuenca de Coatzacoalcos. A ello se agregan las luces que emergen de la tierra y se desploman en el cielo, cuyas secuelas se pierden en la negritud de la noche no sin antes haber alumbrado el camino de los peregrinos, que entusiastas, no abandonan su objetivo, llegar a donde yacen sus creencias espirituales. Viaje en el que los diversos colectivos convergen, el protocolo es cumplido cuando se llega el momento de realizar el ritual, que dependiendo de cuál se trate, atraerá la presencia etérea de demonios o almas buenas. De esta manera ano con año, Veracruz recibe diversos festivales como el carnaval huasteco de "Solteros de Juan de Rosas", en Papantla, en el que los "ahuhues" -viejos y damas-, son los acompañantes corpóreos del diablo. Estos personajes nocturnos se asocian a fuerzas oscuras y funestas, y cargan un plato de comida que lanzan al aíre y se quiebra en el suelo, ofreciendo alimento a los seres del inframundo. La ceremonia concluye cuando los restos de comida y basura son enterrados en algún lugar oscuro para que la tierra lo devore. Esto constituye una relación entre la tierra y el diablo, al que conciben como un ser del inframundo. Con ello, las expresiones rurales de Veracruz se enraízan más en la población de sus municipios que afloran con sus particularidades la diversidad cultural emanada de sus tradiciones, cada vez más vivas. Esta fiesta resume las costumbres de que la sociedad jarocha realiza desde febrero a abril, en la que el colorido que caracteriza a ese estado, queda manifiesto en los carnavales afro mestizos, urbanos, huastecos, así como en las celebraciones de la Candelaria y de Semana Santa. De acuerdo con el libro “Veracruz. Fiesta Viva”, ningún estado es tan festivo como Veracruz, pues a lo largo del año se celebran mil 500 en los 212, pues la fiesta para el veracruz es todo, en ella se ve la síntesis de su cultura y su cotidianidad.