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En un callejón del casco antiguo de Saida, una sinagoga de pintura desconchada en la que antaño rezaba una de las comunidades judías más dinámicas de Líbano acoge ahora a varias familias sirias y palestinas sin recursos.
No quedan más que las estrellas de David de hierro, unas bóvedas y unas cuantas pinturas murales rojas y doradas en el lugar del estrado en el que se leía la Torá. Aquí, en el corazón del antiguo barrio judío (Haret el Yahud) de Sidón, donde la presencia israelita se remonta a la época romana, Jihad al Mohamad fijó su domicilio hace 25 años después de marcharse de Siria. "En 1990, el lugar estaba abandonado e infestado de ratas; lo limpié y me instalé en él", asegura este hombre que vive en el edificio con sus seis hijos, su esposa y su madre.
Construida en 1850, la sinagoga, todavía oficialmente propiedad de la comunidad judía, acogió a diferentes "inquilinos" tras la marcha en 1982 de los Levy, la última familia judía de Saida. Tras la invasión del sur de Líbano se instalaron los soldados israelíes y más tarde los servicios de inteligencia sirios. Hoy viven cinco familias palestinas y sirias.
"Era un lugar de oración, pero para mí es una casa como las demás. No soy un okupa", dice Mohamad, qui afirma haber sido "corresponsal" del ministerio sirio de Información hasta 2005.
En las paredes quedan textos en hebreo del Génesis y las Tablas de la Ley fueron embadurnadas con pintura roja. Las salas se convirtieron en una cocina, un minúsculo cuarto de baño, dos habitaciones y un salón. No hay candelabros de siete brazos, sino bombillas.
A pesar de su estado, la sinagoga no ha caído en el olvido. "Recibo visitantes de Canadá, Francia, Brasil que muestran fotografías de sus antepasados (judíos libaneses) de Saida", cuenta Mohamad, mientras prepara un café. En 2012, dos rabinos del grupo antisionista Naturei Karta rezaron en ella: era la primera vez en 40 años.
Mohamad asegura que si se lo piden se irá pese a sentir "apego por este lugar". Su vecina, Warde, es hija de palestinos expulsados de su tierra después de la creación del Estado de Israel en 1948. Ocupa con sus hijos la parte de la sinagoga reservada a la mujeres, y está separada de la "casa" de Mohamad por un muro de hormigón. "Mis padres vivieron en este barrio. Recuerdo que jugaba con niños judíos y aquí veía a los judíos rezar en los bancos de madera", afirma esta mujer de unos 50 años. Se acuerda de las kipás, del sabbat y sobre todo de la armonía que reinaba entre los judíos y otras comunidades. "No había tensión, pero cuando Israel invadió, tuvieron miedo y se fueron. Ya no queda nadie".
En Líbano el número de judíos pasó de 7.000 en 1967 a 1.800 en 1974 y a 35 en 2006, según Zeidan. En Saida, donde las propiedades siguen a nombre de familias judías, eran 1.100 en 1956 y en 1985 ya no quedaba ninguno.
Según Nagi Gergi Zeidan, experto en la comunidad judía en el Líbano, los judíos se fueron progresivamente a Israel, Brasil, Europa o Estados Unidos, pero el éxodo se aceleró después de la derrota árabe en la guerra de 1967. "En Saida nunca hubo tensión hasta 1967, cuando el cementerio judío fue acribillado a balazos", asegura a AFP. Según él, los judíos son la comunidad religiosa más antigua de Líbano. En Saida, su presencia se remonta al 47 antes de Cristo.
Queda un puñado de sinagogas en el país, una de ellas en Trípoli transformada en tintorería y la de Maguen Abraham en Beirut, renovada pero todavía sin inaugurar.