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Carruaje de la Semana Santa de Lorca. Foto sacada de enfemenino.com
Mucha gente ha situado a Lorca en el mapa tras el terremoto que vivió hace ya casi 2 años. El 11 de Mayo de 2011, para ser exactos. Me da pena porque Lorca merece haber sido ubicada por estas personas hace mucho tiempo, por otros motivos. La Semana Santa de Lorca es una de las más relevantes de España. La Semana Santa de Lorca es una fiesta declarada de interés Turístico Internacional. Desde que me enteré, comprendí porqué de pequeña siempre veía muchos guiris, sobre todo: franceses, ingleses, japoneses y chinos por allí, cosa que no solía suceder muy a menudo, durante el resto del año.
Hay muchas razones para ir a vivir la Semana Santa de Lorca. Si tuviera que elegir una, diría simplemente para disfrutar del espectáculo. Independientemente de tu religión, si crees en alguna. Independientemente de que te guste celebrar o no, la Semana Santa, la de Lorca merece la pena vivirla, aunque sea una sola vez en la vida. Principalmente, a parte de por el bonito carnaval que es, por la pasión que hay en el ambiente, la ilusión de las personas que viven en Lorca estos días. Es increíble. Me siento afortunada de haberlo podido vivir durante varios años y espero vivirlo alguno más, aunque al principio no entendiera muchas cosas, y a día de hoy, algunas de ellas, siga sin comprenderlas.
Se me ha ocurrido hacer este post, tras ver varios vídeos en Youtube promocionando la Semana Santa, invitando a que la gente vaya y en los que parece, o al menos, a mi me lo transmiten, que en lugar de invitar, están pidiendo que vayan, dando pena por la mala situación en la que se encuentra la ciudad tras vivir el terremoto en Mayo de 2011 y las inundaciones en Septiembre de 2012, cuando la ciudad del Sol, ahora conocida más como la del solar, parecía, estaba comenzando a levantar cabeza. Dos desgracias demasiado seguidas. Desgracias incontrolables, o al menos aparentemente, porque si las decisiones de muchas construcciones no hubieran sido tan irresponsables, muchos menos edificios se habrían tenido que derribar y muchas menos casas se habrían inundado. Pero este es otro debate en el que entramos en temas políticos y en este post, no quiero entrar a hablar de política. El objetivo de esta publicación es demostrar que la gente no tiene que ir a disfrutar de la Semana Santa para ayudar a levantar la ciudad, o al menos, no solamente para eso, sino porque realmente, la Semana Santa de Lorca merece la pena. Y quien vaya, no se arrepentirá.
Os voy a contar cómo he vivido en los años que he estado en Lorca, su Semana Santa. Había muchas cosas que no comprendía y sigo sin hacerlo. Había momentos en los que me sentía como ajena, un bicho raro, extraña, parecía que todas mis amigas, todas las personas con las que iba a ver las procesiones, se emocionaban al pasar las figuras religiosas, pero ¿por qué? y lo más importante para mi, ¿por qué yo no? Tampoco entendía porqué tenía que ser de un paso. En Semana Santa, en Lorca, todo el mundo te pregunta: ¿y tú, de qué paso eres?. Si respondes: ‘de ninguno’, automáticamente, cualquiera te contesta: ‘tú no eres lorquina’. Como juzgándote mal. Vamos a ver, ¿cómo que no soy lorquina? ¡Si he nacido aquí! No lo puedo negar, a no ser que mis padres me hayan mentido…
¿Qué es lo que me gusta a mi de la Semana Santa de Lorca? Sus caballos. Su música. Su pasión. Ver la avenida principal llena de personas. A un lado todo son pañuelos azules. Al otro lado, pañuelos blancos. De vez en cuando, en ambos bandos puede que veas algún pañuelo morado. De los balcones de los edificios cuelgan banderas blancas y azules. El gris de sus fachadas ha desaparecido. La ciudad se llena de color. La gente sonríe a todas horas. Parece que hasta saludan más, aunque no te conozcan y son más amables. En cualquier rincón oyes cantar. Se respira alegría por todos lados.
Cuando he ido a ver los desfiles de Semana Santa me he emocionado al ver a la gente cantar y gritar, aunque me daba igual que lo hicieran a figuras de santos y/o a vírgenes. Lo que más me gustaba era ver a tantas personas alegres. A veces, cuando pasaban más de 10 minutos sin que nadie cantara, me animaba yo misma, me seguían mis amigas y al poco, se unía toda la gente del palco y de los palcos más cercanos que alcanzaban a oír. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Espero.
Mientras la mayoría de mis amigas se emocionaban, como la mayoría del resto de lorquinos, al ver pasar a la virgen de su paso, yo me emocionaba cuando veía las piruetas que los caballos hacían. Me ponía muy nerviosa cuando había más de seis caballos juntos, se paraban todos a la vez, dejaban metros y metros y metros de avenida libres, con diferencia de lo anterior que hubiera pasado por el desfile, para que en un momento, se pusieran a correr todos y parar en el momento justo. Mi corazón se ponía a latir fuertemente, cuando los montadores se subían de pie encima del caballo o hacían piruetas una detrás de otra, como si nada, mientras el caballo seguía corriendo.
Lo que más me gustaba hacer con mis padres, los días de Semana Santa que no trabajaban y estábamos todos en casa era, primero juntarnos con los tíos y primos y luego, ir todos juntos a ver los caballos de los pasos. Mis padres, antes de eso me obligaban a subir al Calvario. Sino, no había caballos. Intentaba retrasarme todo lo posible para llegar con el calvario ya comenzado, para al menos, sufrir y/o aburrirme, el menos tiempo.
Entre la familia siempre había disputa porque unos querían ir a ver los caballos del paso blanco y otros, los del paso azul. A mi me daba igual. Quería ver el brillo de los caballos. Tocarlos. A pesar de que el olor en el espacio que estaban, no era muy agradable, era capaz de soportarlo. Hasta que no llegó una de estas Semanas Santas y era lo suficiente mayor como para recordarlo, creía que todos los caballos tenían un tamaño standar y eran marrones, negros o blancos. Pero no, también los había ‘dalmatas’, o con manchas como las vacas y ‘pelirrojos’. Algunos eran solo de un color, blanco puro y de pronto, tenían una enorme mancha en el trasero. Eran todos tan bonitos. Me podía quedar horas mirando un solo caballo. ¡Qué ojos! Expresaban tanto para mi. Aunque algunos me daban pena al verlos ahí encerrados, tengo que reconocerlo. Pero verlos correr durante el desfile me impresionaba. Al igual que ver a las personas que corrían con ellos haciendo a la vez piruetas increíbles.
Carro de la Semana Santa de Lorca. Foto de Pablo Alcázar
Digo que la Semana Santa de Lorca es un carnaval porque hay muchas carrozas, disfraces, trajes impresionantes, se desfila al ritmo de la música, … Como en carnaval. Hasta reparten caramelos. Desde las calles por las que se desfila, al público, tiran caramelos y hay que tener cuidado porque a más de uno le puede dañar un ojo. Mi madre cada vez que salía de casa en Semana Santa me decía, primero que tuviera cuidado no me fueran a robar y segundo, que tuviera cuidado con los caramelos. Más por por si me daban que por si estaban envenenados.
La diferencia de Semana Santa con un carnaval es que la temática de la primera, la conocemos, todos los años es la misma. Se trata de un carnaval temático.
Cada vez que llegaba esta época, desde pequeña he soñado con participar, estar subida en una de esas carrozas, viendo a todo el mundo gritando, cantando, vivir la Semana Santa de mi ciudad, tu ciudad, la ciudad donde he nacido. No lo he hecho porque tenías que pertenecer si o si, a un paso, obligatoriamente pero ¿a cuál? Si me gustan los dos. Además de apuntarte a una lista que, al parecer, según me informaron desde los pasos, tiene unos años de espera. Me parecía demasiado exagerado y aunque fui a apuntarme, no lo hice porque pensaba que cuando me fuera a tocar dentro de tantos años, lo mismo no vivo aquí, estoy muy fea y vieja, … jajaj
Caballos durante una procesión de la Semana Santa de Lorca. Foto original sacada de blog.hoteles.net
Cuando era pequeña y no tenía algo claro, me dejaba llevar por lo primero que me surgiera. En los primeros años de mi vida, decía que era del paso azul. Lo hacía porque toda mi familia era del paso blanco, exceptuando mi hermana mayor, que era del azul. Yo, quería, por un lado, ser diferente al resto de mi familia y a la vez, por otro, no quería que mi hermana se sintiera sola porque todos se metían con ella, al ser del paso opuesto.
Cuando fui creciendo, me di cuenta que el color blanco simplemente me gustaba más porque me transmitía transparencia, originalidad, libertad y paz. Cosas con las que me sentía identificada, así que, por el color, no por el paso, comencé a decir que era del paso blanco. ¡Horror! ¡Me había cambiado de bando! En Lorca te insultan si dices que eres de un paso pero que te cambiaste. A mi me hacía gracia y me lo sigue haciendo. Son insultos pero con cariño, no penséis mal.
Finalmente, llegó un momento en el que me daba igual decir de qué paso era. Ya tenía los pañuelos de ambos, así que siempre salía con ambos, según el color de mi ropa, me ponía uno u otro. Si alguien me preguntaba de qué paso era, intentaba que esa persona me dijera primero de qué paso era ella, para yo decirle que era del contrario. Solo para fastidiar, para crear debate. Porque si le decía que era del mismo paso que ella, se acababa la conversación, me respondían: ‘¡vale, tía! ¡qué guay, somos del mismo paso!’. Lo que me aportaba bastante poco, prefería debatir.
En resumen y como conclusión final: Lorca en Semana Santa es una gran fiesta, con o sin terremotos, con o sin inundaciones. Visitar la ciudad en estas fechas, merece la pena. Es vivir una experiencia más. Un carnaval más. Es como asistir a un teatro que va pasando por las calles. Si eres de los que disfrutas más viendo un partido de fútbol en el estadio, que desde la televisión, tienes que ir. Porque al ver un desfile con sus carrozas y carruajes, como los que tiene la Semana Santa de Lorca, por el televisor, no se aprecia de igual modo que si estás allí. Eso es así.
Para finalizar, destacar que en la sección de Agenda Cultural que realizo en Ondacro, hoy he hablado de la Semana Santa de Lorca, podéis escucharlo en este enlace de Ivoox. El programa completo podéis escucharlo aquí.