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El gran terremoto que sacudió Chile en 2010 desencadenó además "criosismos" 4.700 kilómetros más al sur, en los hielos de la Antártida, reveló el domingo un equipo de científicos.
Los sensores que captaron pequeños temblores en la Antártida Occidental seis horas después del terremoto en Chile registraron las primeras pruebas de que la cubierta de hielo más grande del mundo puede verse afectada por seísmos distantes muy poderosos.
Doce de las 42 estaciones de vigilancia presentes en esa vasta región de la Antártida mostraron "claras pruebas" de un pico de señales de alta frecuencia, precisaron los investigadores en la revista especializada Nature Geoscience. Esas señales se corresponden con indicios de fracturas de hielo cerca de la superficie, agregaron.
El terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile frente a las costas de la región de Maule alcanzó 8, 8 grados de magnitud, uno de los más grandes jamás registrados. Murieon 500 personas y se registraron daños materiales evaluados en unos 30.000 millones de dólares.
El terremoto provocó microseísmos en lugares tan alejados como América del Norte, generados por el impacto en regiones tectónicamente activas.
Los geólogos se preguntaron a menudo cómo las capas de hielo que cubren Groenlandia y la Antártida, cuya roca subyacente es considerada pacífica desde el punto de vista sísmico, responden a terremotos enormes pero distantes.
Hasta hace unos pocos años, no había manera de explorar el fenómeno. Pero una serie de herramientas útiles están ahora disponibles gracias a la presencia de una pequeña red de sensores cerca y sobre las capas de hielo.
Los datos recibidos tras el seísmo de 2010 son más bien incompletos, advierte el estudio. Las señales más claras de actividad se detectaron en una estación de vigilancia en el monte Ellsworth, de la Antártida Occidental. Pero otras señales captadas en otras estaciones fueron menos claras o sugieren incluso que no sucedió nada.
La explicación más plausible es que los temblores provinieron de movimientos de la propia capa de hielo y no de la roca subyacente, indicó Zhigang Peng, del Instituto de Tecnología de Atlanta.
"Aunque no estamos 100% seguros, pensamos que esas señales sísmicas provinieron de rajaduras en el hielo, probablemente muy cerca de la superficie", dijo Pen a la AFP por correo electrónico. "La principal razón para pensar eso es que si esas señales sísmicas estuviesen asociadas con fracturas por debajo de la capa de hielo, serían similares a terremotos en otras regiones tectónicamente activas".
"Ya sabíamos que los pequeños seísmos podían ser desencadenados por ondas superficiales de tipo Love y Rayleigh, que provocan a la vez cambios en la posición y el volumen" del suelo. "Sin embargo, agrega, en este caso hallamos que estos 'criosismos' (seísmos en el hielo) sólo respondieron a ondas de tipo Rayleigh, y por lo tanto sospechamos que son diferentes".
Una vez reunidos, los datos muestran que esas grandes capas de hielo pueden ser sensibles a grandes pero distantes terremotos, concluye el informe. Pero se necesitarán nuevos estudios para examinar en detalle cómo responde el hielo en ese tipo de situación.