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El "trumpismo" funciona, aquella mezcla divergente de populismo, nacionalismo y thatcherismo adaptado a contexto local sigue funcionando cuando la fórmula se aplica a pulso quirúrgico
La derecha es un movimiento latente, un palpito constante resguardado entre la maleza moral de las izquierdas, que se avalanzan como mareas rabiosas ante las sociedades débiles, pero la derecha resta paciente a su momento, constante, amenazante incluso. Los seísmos sociales favorecen los extremos, la izquierda por su carácter victimista, resolutivo y belicoso capta las frustraciones, compostándolas en abono electoral. Es su técnica, la nutrición golosa de las miserias populares. La derecha es taimada, espera a la calma que favorece el voto útil y razonado. El problema está en los extremos, para converger en una victória rotunda y concreta se deben combinar los factores clave de cada estratégia: trumpismo, la fórmula mágica.
El populismo izquierdista extrapolado a ideas contrarias causa igual efecto. Recauda la emocionalidad intrínseca en la política auténtica, aquella más visceral. Los discursos enagenados, victimistas y ostiles, aquellos que suscitan la rábia y espíritu combatiente en los electores enarboran las personas, sedientas de cambio, frustración e inconformismo. Agregar la racionalidad, seguridad y sosiego de los esquemas derechistas resulta en una hoja de ruta hacia la victoria. Logras despertar el grueso de los sufragios, la clase media, el Jerusalén de la política siempre disputado. En Estados Unidos vimos este fenómeno llevado al extremo de la mano del multimillonario, con pinceladas istrónicas claro, Donald Trump. Radicalizó la ciudadania estadounidense en una suerte de nacionalismo americano (fácil de cultivar), con esas trazas de "showman" y sus envenenados discursos. Junto a eso, el siempre sosegado, tradicionalista y liberal-consevador ideario republicano, con sus bases electorales. ¿Resultado? Victoria.
Madrid ha sido la Pascua de Trump, o al menos de su manera de hacer política. Isabel Díaz Ayuso, joven y dinámica. Tiene aquellos componentes más populistas e istriónicos del trumpismo, con las bases y solidez del Partido Popular. Aprovechó como buena trumpista el desasosiego madrileño, agravado por la pandemia, y convirtió una derrota pasada, una traición alejada y una situación descontrolada en una rotundo apoyo plebiscitario. El dilema está en si los resultados son, como tanto se ha mencionado, extrapolables al resto de España. La repartición de votos no es extrapolable, ni tiene el mismo carácter demográfico, ni las mismas tendencias, ni los mismos candidatos. Lo que si es extrapolable es la forma de hacer política -Ayuso con el tiempo arrollará a Casado en la presidencia del PP-, como también es extraíble la hipotética conjunción de las derechas, que unidas en un buen discurso se presentarían más fuertes que la izquierda. Además se ha visto que los movimientos socialsitas no son infranqueables, la moral de Moncloa y las izqueirdas en general está herida, no de muerte puede pero si de gravedad; no hay que subestimar la posible mitificación de estas elecciones del pasado 4 de mayo, la "Béstia negra de las izquierdas" va cogiendo tirón, el azote de Iglesias parece haver estocado al partido de Unidas Podemos, mutilando a su preciado líder, así como inflingiendo sonora derrota a los representantes del partido governante en el estado.
Si de veras exiten fórmulas mágicas en política sin duda el "trumpismo" es una de ellas, charlataneria y solidez, coneptos opuestos que en el candidato adequado se convierten en un 4 de mayo.